Chile: Inscripción automática y voto voluntario

Por:

Luis Larraín

En:

Diario El Mercurio (Chile)

País:

Chile

Fecha:

28 de diciembre de 2011

La clase política chilena, por fin, ha empezado a tomar riesgos. El padrón electoral aumentará en más de 50% a partir de la aprobación de la ley que consagró la inscripción automática de los mayores de 18 años. Son más de cuatro millones y medio los nuevos potenciales votantes, y pueden tener una influencia decisiva en cualquier futura elección.

Tomar riesgos es una de las actitudes con que se puede enfrentar un momento difícil, y los políticos chilenos -lo dicen todas las encuestas- se encuentran en un momento de bajísima popularidad. La desafección de los ciudadanos con la política, se presume, es aún mayor entre los jóvenes. Lo insinúan las movilizaciones estudiantiles y también la bajísima inscripción electoral en ese grupo.

El gobierno del Presidente Piñera se empeñó en sacar adelante esta ley, oyendo a grupos transversales de jóvenes que clamaban por inscripción automática ahora. Tomó sus riesgos.

Otros grupos políticos estuvieron más divididos, en particular la Concertación. Sucede que de acuerdo a lo que establece nuestra Constitución, junto con la inscripción automática se gatilla también el voto voluntario. Esta última circunstancia es fruto de un acuerdo político durante el gobierno de Michelle Bachelet.

Es que en abril del año 2009, cuando se promulgó la reforma constitucional que consagró el voto voluntario, ningún grupo político se atrevió a plantearse públicamente a favor del voto obligatorio; estábamos en vísperas de la campaña electoral presidencial, y la abrumadora mayoría, especialmente los jóvenes, favorece la voluntariedad.

Quienes no están de acuerdo con el voto voluntario -ya nos referiremos a sus razones-, para no ser acusados de bloquear la aprobación de la ley de inscripción automática, dejando así fuera del padrón electoral a cuatro millones y medio de chilenos, pidieron que se incluyeran en el proyecto incentivos para quienes ejercieran su derecho a voto, lo que finalmente no prosperó, porque la mayoría de los parlamentarios consideró que esas normas eran discriminatorias.

En definitiva, aunque había una importante minoría a favor del voto obligatorio, ésta finalmente no se articuló por temor a la reacción adversa de la gente. Significativo es el hecho de que, en general, son los políticos más jóvenes de la Concertación quienes apoyan el voto voluntario.

Es que es difícil sostener una postura a favor de la libertad y al mismo tiempo obligar a alguien a votar. Quienes lo hacen han utilizado principalmente dos argumentos. El primero apela a la responsabilidad de los ciudadanos y afirma que así como existe un derecho a voto, existe también un deber de votar. Señalan que las personas en una sociedad se benefician de la existencia de un sistema democrático y, por lo tanto, tienen ciertas obligaciones mínimas; una de ellas, concurrir a sufragar.

Discutible es un argumento que pretende imponerle a un ciudadano una acción contra su voluntad, en circunstancias que si él no concurre a votar, igualmente funcionará el sistema democrático. De hecho, no hay evidencia que señale que en los países con voto obligatorio el porcentaje de la población que vota sea mayor.

El segundo argumento que se ha esgrimido es que la voluntariedad introduciría un sesgo en contra de los grupos socioeconómicos más bajos, pues diversos estudios señalarían que esos grupos concurren a votar en una menor proporción que los sectores más acomodados.

Este es un argumento paternalista que trasunta una suerte de desprecio hacia las personas de menor capacidad económica. En efecto, se está suponiendo que las personas de menores ingresos no saben lo que les conviene -en este caso, votar-, y por lo tanto hay que obligarlos a hacerlo. No se ponen en la hipótesis, bastante más plausible, de que la persona no vote porque considera que el resultado de la votación en uno u otro sentido no cambiará fundamentalmente las cosas para él.

El voto voluntario obliga a los políticos a convencer, a seducir a los electores llevándolos a las urnas, y eso es bueno para la calidad de la política.

EL VOTO VOLUNTARIO OBLIGA A LOS POLÍTICOS A SEDUCIR A LOS ELECTORES LLEVÁNDOLOS A LAS URNAS, Y ESO ES BUENO PARA LA CALIDAD DE LA POLÍTICA.

 

Fuente: El Mercurio (Chile).