Por Armando Regil Velasco
Desde noviembre del 2013, cuando empezó la turbulencia en Ucrania, la violencia ha escalado conforme pasan los meses. En un mundo tan conectado, no podemos ignorar todo lo que está pasando, pues las repercusiones de cualquier conflicto, por regional que parezca, tienen alcance global.
En estos dÃas recordamos los acontecimientos que, en el verano de 1914, dieron origen a la Primera Guerra Mundial. A este aniversario se suman seis décadas del DÃa D y en noviembre se cumplirán 25 años de la caÃda del Muro de BerlÃn. Guardando toda proporción histórica, a un siglo, seis décadas y veinticinco años de distancia, parece que no hemos aprendido la lección. La libertad, que parecÃa haber sido conquistada en buena parte del mundo, hoy está en peligro.
Los focos rojos siguen prendiendo con mayor intensidad. A Ucrania y Siria se suman Gaza, Irak y el sureste asiático, en donde la inestabilidad continúa en ascenso. El presidente Obama ha dejado de actuar en momentos clave, abandonando a aliados históricos de Estados Unidos y dejando vacÃos de poder que están siendo ocupados por grupos radicales y terroristas.
Como muchos advirtieron en su momento, fue un grave error otorgarle el Premio Nobel de la Paz tan temprano, pues su constante rechazo a hacer frente a problemas en los que Estados Unidos tenÃa capacidad de respuesta, está generando conflictos de mayor escala. Bien dijo Carlos Alberto Montaner que se premian resultados, no buenas intenciones.
La tesis de Moisés NaÃm en su libro El fin del poder es acertada. Las estructuras de poder se siguen modificando, hay gobiernos que están perdiendo el control sobre sus territorios a manos de grupos capaces de derribar aviones civiles con misiles cuyo origen es incierto.
Las provocaciones, las amenazas, la incertidumbre e inestabilidad crecen conforme pasan las horas y somos testigos de cómo la libertad está en peligro y en constante deterioro. Muchas son las señales que preocupan. Hay quienes afirman que se aproxima un cisma, otros apuestan por un nuevo orden mundial.
Parece que después de tantas guerras aún no hemos aprendido la lección. Bien lo dijo el Dalai Lama, el siglo XXI o es ético o no será. Si no recapacitamos y apostamos por un cambio radical para defender la dignidad humana, la ética y la libertad, probablemente no podremos seguir viviendo y conviviendo. La paz no llegará sola, dependerá de nuestra capacidad de ser diferentes empezando por lo más cercano.
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* Armando Regil Velasco de Presidente de IPEA Â / Â Twitter: @armando_regil
Publicado originalmente en El Economista (México), el 30 de julio de 2014