El Salvador: La verdadera política social es generar buen empleo

La mejor política social, la más efectiva, la más deseada y la que permite a personas y familias elevar su situación con dignidad, es la creación de empleo. Los repartos de comida, el benefactorismo, entregar dinero a la gente son alegrías de corta duración, que, además, tienen el agravante de generar dependencia.

Los sectores productivos, desde emprendedores hasta personal de fábricas y empresas pasando por profesionales de libre ejercicio, no se oponen a programas «sociales», pero saben que esas son soluciones del momento, «flores de un día».

El reproche hecho por el presidente Funes a las gremiales y a los sectores de trabajo, de estar en contra de los programas sociales que impulsa el gobierno, no corresponde a actitudes o declaraciones, sino a una crítica muy importante: se hace muy poco, no es lo que se necesita y se trata de un espejismo; no tiene sentido estar dando dinero a grupos de personas, cuando lo esencial, los servicios públicos como Salud y Educación, están en el peor de los descuidos y muy mal administrados.

Hay, por otro lado, una innegable realidad: todos esos programas y todas las ayudas de las que habla el gobierno, se hacen con recursos que generan los productores, el sector de trabajo. Ni un centavo proviene de los bolsillos de los funcionarios, o es fruto de la iniciativa y la labor de la burocracia.

Simplemente el gobierno recoge, reparte «y, además, se queda con una buena parte». Quien lo dude que diga de dónde sale el dinero para los suntuosos viajes, las permanentes fiestas, los nuevos vehículos, las flamantes oficinas de la nueva clase política y sus parentelas, amigos y amigas.

Sin seguridad jurídica: los países retroceden

El buen empleo y mucho del empleo informal permiten a las personas organizarse, ver hacia el mañana, aspirar a ser más efectivas, tener una independencia en lo que hacen. Los que trabajan en una economía libre pueden cambiar de ocupación, irse al exterior, ahorrar, educarse por su cuenta o aprovechar capacitaciones y programas dentro de las empresas.

Pero el que depende de donativos tiene, forzosamente, que vivir al día, quebrar el coyol y comérselo pues no les dan coyoles extra.

El trabajo formal, en nuestro país, no se asienta sobre actos caprichosos, abusos, a lo que vaya saliendo, sino que está normado por las leyes, tiene que cumplir obligaciones con respecto a sus empleados (desde el pago de seguros hasta horas reglamentarias), reconoce el retiro, paga fondos de vivienda y por lo general se ocupa de mantener una buena armonía laboral. Resulta significativo que las empresas más grandes y con mayores beneficios son las que mejor pagan a su personal y, además, las que no sólo ofrecen la posibilidad de superarse, sino que la alientan.

En lo posible se avanza por capacidad, no por «enchufes» como sucede en la burocracia.

La mejor política social, repetimos, es la generación de empleo, no los repartos benefactoristas ni dádivas, aun cuando hay personas y familias que no pueden sostenerse por si mismas y hay que ayudarles, pero eso es normal en toda sociedad.

Para generar empleo deseable y en abundancia, es importante que haya seguridad jurídica, reglas claras y que también las empresas puedan formar capital de trabajo, no verse desvalijadas con leyes tributarias ni menos que esos recursos sean despilfarrados por funcionarios sin experiencia.

Publicado originalmente en ElSalvador.com, 03 de septiembre de 2012.