Entiendo perfectamente que en las actuales circunstancias no es “polÃticamente correctoâ€, y es posible que hasta sea peligroso, expresar solidaridad con Emilio Palacio, el ex editor de Opinión de El Universo, que ha debido refugiarse en Miami ante el juicio en su contra instaurado desde el poder y que persigue encerrarlo en la cárcel. No voy a comentar la serie de insultos pronunciados por el ofendido en contra de Palacio, y de un sinnúmero de personas que han sido vilipendiadas, sin que ninguna de ellas tengan la posibilidad de defender su honor. Porque lo que quiero resaltar aquÃ, este momento, es ese ánimo de ensañarse con el más débil, que se advierte a esta hora en las redes sociales y que muestra sin rubor ese lado tan oscuro de la naturaleza humana. Patear al caÃdo, acaso por paga, por interesado deseo de agradar al poderoso, o simple satisfacción tribal de solazarse lapidando a la vÃctima.
No recuerdo una reacción similar en el pasado en contra de prófugos anteriores. Solo quiero resaltar el hecho de que durante la larga noche neoliberal quienes huÃan eran polÃticos acusados de peculado, poderosos banqueros señalados de beneficiarse del dinero de los depositantes, o gobernantes derrocados por el pueblo. En el socialismo del siglo XXI, el primero que ha huido de unos tribunales controlados por el poder es un periodista que ha publicado un artÃculo de opinión en un diario. Emilio Palacio no ha robado un centavo a nadie. Fue un crÃtico infatigable de Febres Cordero, de Bucaram, de Lucio Gutiérrez, de Jaime Nebot, a los que fustigó desde una tribuna para la cual, ciertamente, nadie lo habÃa elegido, pero que a nadie obligaban tampoco a leer. Confieso que algunas veces pensé que estaba equivocado. Como cuando respaldó con entusiasmo la celebración de una Constituyente que, según él debÃa terminar con “la partidocraciaâ€. O cuando, ya desengañado de lo que ocurrÃa, llamó a votar nulo en lugar de pronunciarse por el “no†en el referéndum para aprobar el texto de Montecristi. Pero sé que su opinión expresaba lo que en realidad creÃa, sin ningún cálculo o interés polÃtico ni pecuniario.
Emilio ha huido ahora, consciente de que no iba a ser juzgado por un tribunal independiente. Ha sido condenado ya a tres años de prisión por un juez ocasional que en menos de veinticuatro horas pudo leer un expediente de miles de páginas, reflexionar sobre los argumentos de las partes, y redactar una sentencia. El tribunal ante el que apelaba ha sido reorganizado por un Consejo de la Judicatura en transición que todos sabemos cómo ha sido designado. Es difÃcil de creer que en las actuales circunstancias, en el Ecuador de la revolución ciudadana, un juez pueda fallar en contra del poder del cual depende su estabilidad. No hay garantÃas para Emilio Palacio. Ni para los accionistas del diario El Universo, increÃblemente condenados en primera instancia por un acto ejecutado por un tercero.
Sé que opinar en voz alta es peligroso. Y que cualquier aspirante a esbirro puede sentirse ofendido por lo que escribo y acudir ante un juez para acusarme por cualquier injuria supuesta. Está ocurriendo en el régimen de la revolución de los ciudadanos, y la Constitución “garantista†que declara una cantidad de derechos no reconocidos antes por constitución alguna. Pero sé también que tenemos del deber moral de no callar ante lo que está ocurriendo. Por eso quiero aquà expresar mi solidaridad con Emilio Palacio, y con su familia, por los duros e injustos momentos que están padeciendo. Y porque estoy consciente también que el mayor riesgo para todos, para la sociedad entera, es que llegue a consolidarse de manera indefinida ese estado de cosas en que un ciudadano cualquiera pueda ir a la cárcel, o al exilio, por algo que ha dicho o escrito. Si es que no está en el poder, por supuesto. Porque en ese caso pueden insultar, injuriar o zaherir, sin problema alguno, cuando lo estimen necesario.
Fuente: La República. Ecuador 29 de agosto de 2011. Publicado originalmente aquÃ.