Si alguien tenía dudas acerca de la naturaleza dinástica de la oposición democrática chilena, habrá tenido suficientes pruebas como para verlas desmentidas con dos hechos recientes de suficiente importancia: dos de los presidentes aportados por los socialcristianos y los socialistas  a la Concertación deben su relevancia a sus apellidos. Eduardo Frei Ruiz Tagle y Michelle Bachelet Jeria. Del primero de ellos le respondió Rafael Caldera a uno de sus colaboradores que le preguntaba por las razones de la presidencia del hijo del prócer de la DC chilena con un escueto comentario: «Â¿te parece poco el apellido?».  De la segunda no es necesario remitir a preeminencias partidistas pero sí al martirologio. Su padre fue el general Bachelet, muerto de un infarto en prisión por razones políticas. ¿Hubiera llegado a los cargos ministeriales y a la presidencia de la república con otro apellido? Valdría responder con el sarcasmo con que un millonario le respondiera a un curioso que le preguntaba si la felicidad dependía de la riqueza. «Claro que no, pero de que ayuda, ayuda.»

Que la Concertación haya vuelto a insistir con Eduardo Frei y ya se anuncie la eventual postulación de la Sra. Bachelet para el 2014, dice suficiente de las tendencias dinásticas de la centro izquierda chilena. Ricardo Lagos, que parece conocer a fondo la idiosincrasia de la alianza política que lo llevara a la presidencia, a pesar de no contar con ningún ilustre predecesor familiar, ya anuncia un nombre de recambio a la Sra. Bachelet. Tampoco una desconocida de los anales dinásticos de la centro izquierda post Unidad Popular: la hija de otro mártir del PS, Jaime Tohá, muerto como el general Bachelet en las mazmorras de la dictadura A pesar de los aparentes talentos de la Sra. Tohá, cabe preguntarse si su encumbramiento a las altas esferas del PPD y al gobierno de la Sra. Bachelet no tendrá que ver con su ascendiente.

Lo que tampoco obsta para sorprenderse por el hecho de que su gran aliado en el interior de esa tolda política es otro hijo ilustre: Ricardo Lagos Weber, que irrumpiera en los escenarios del poder de la mano de su padre, cuando éste dirigiera los altos destinos de la nación sureña. Eventual candidato a la presidencia del PPD, parece dispuesto a retirar todas sus pretensiones si la hija de Jaime Tohá resuelve el impasse que sostiene con su esposo a raíz de sus pretensiones de optar a la presidencia del PS. Al parecer, la ética aún imperante en el seno de la Concertación impidió llegara a realizarse una suerte de corralito político chileno a la manera de las dinastías matrimoniales peronistas. ¿Qué hubiera sido de los principales partidos de la izquierda democrática chilena si sus diferencias se hubieran zanjado en una almohada?

Otro caso de flagrante monarquismo dinástico a la chilena, pero en otros ámbitos, es el del hijo del secretario general del MIR, Marco Enríquez Gumucio. Heredero por su padre de la izquierda castrista y por su madre del más rancio  social cristianismo. Elevado al mundo político por su padrastro Carlos Ominami y financiado y dirigido en su campaña por Max Marambio, otro hijo ilustre. Aunque en su caso, Joel Marambio, el líder sindical del PS, no tuviera mucha incidencia en la carrera militar y empresarial de su hijo, hoy en insólitos aprietos en la isla que le permitiera acumular su importante fortuna.

Sobran otras pruebas dinásticas: ¿quién iba a imaginar que Gonzalo Martner, hijo del homónimo ministro de Salvador Allende, terminaría presidiendo el PS y asumiendo la embajada de Chile ante SM el Rey Juan Carlos? ¿Quién que el hijo de Orlando Letelier ocuparía un puesto en el Senado? Por cierto como la ilustre hija del ex presidente Allende, Isabel, figura señera del parlamento chileno.

La lista es larga, la vida es breve. Si el actual presidente privilegia los títulos académicos y de fortuna, al parecer los anteriores mostraron debilidad por los árboles genealógicos. Como diría una célebre rumba cubana, al parecer en el Chile de la izquierda «la historia se escribe de noche».

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*Historiador y Filósofo, Universidad de Chile