La Independencia de Chile, asà como la de Argentina, fue la génesis de la organización republicana, el fundamento del Estado-nación. Y es importante recordarlo asÃ, en conjunto, en este Bicentenario. Porque el histórico cruce de Los Andes del Ejército Libertador y la gesta conjunta de San MartÃn y O’Higgins, como dijo Bartolomé Mitre, “fue la primera alianza del Nuevo Mundo y la única que tuvo un plan emancipador, sin propósito de anexión o sometimientoâ€.
Además de las fiestas recordatorias, lo que requiere este Bicentenario es un cambio de  actitud. La relación entre Chile y Argentina es relevante per se; es un imperativo histórico complementarse para crecer, y terminar con nuestra displicencia de dos siglos. La verdadera independencia es mental y vendrá cuando, con una vecindad mucho más efectiva, podamos construir los escenarios para lograr el desarrollo. Es buen momento para recordar la audacia de los hombres de la Independencia para inspirar a sus pueblos. Hoy se vuelven a necesitar acciones potentes que mejoren las opciones conjuntas en un mundo globalizado.
No es posible que una nación tan dotada como Argentina, con gente capaz y recursos abundantes, haya perdido tanto espacio en el contexto mundial. Tampoco es lógico que Chile celebre este Bicentenario con un problema energético mayúsculo, que traba su desarrollo. DeberÃa existir una verdadera integración geopolÃtica en esta materia tan fundamental, con generación y distribución de electricidad compartida. Pero para eso se requieren acuerdos con un espÃritu de cumplimiento infalible, como ocurrÃa con el gas ruso, que en plena guerra frÃa nunca dejó de llegar a Europa Occidental.
El desafÃo es lograr tanta confianza como para que eventuales hidroeléctricas chilenas pudieran aportar electricidad al sur argentino, y a su vez nuestra zona central recibir energÃa transandina, ahorrándonos miles de kilómetros de conducción y huella de carbono. En estos doscientos años, las diferencias por la demarcación  de los lÃmites se han logrado solucionar siempre por la vÃa jurÃdica, lo que es toda una hazaña en una frontera de más de 4 mil kilómetros. Es un caso excepcional  en el mundo.Pero no basta.
Ahora toca posibilitar que Chile y Argentina logren la verdadera integración con pasos fronterizos fluidos, facilidad de tránsito, conexiones fluviales, lacustres y marÃtimas expeditas. En conjunto potenciar corredores bioceánicos,  para que nuestros productos puedan acceder al PacÃfico y al Atlántico, y mejorar los servicios asociados al comercio internacional. Las regiones y provincias se beneficiarÃan por fin. Es momento de reconocer que la integración no ha estado a la altura de las necesidades. Todo prejuicio ideológico debe superarse, porque los gobiernos pasan y los pueblos quedan. Ambos gobiernos, sean del signo que sean en el tiempo, deben potenciar con inteligencia una polÃtica de Estado en la relación, y asà parece estar sucediendo entre los presidentes Sebatián Piñera y Cristina Fernández. Ojalá ese llegue a ser su gran legado bicentenario.