Uruguay: Para alquilar balcones

Editorial de El Pais

 

Este fin de semana el Frente Amplio, el Partido Nacional, el Partido Independiente y Unidad Popular proclamaron oficialmente sus fórmulas para las elecciones nacionales en sus respectivas convenciones nacionales. El Partido Nacional, además, aprobó sus líneas estratégicas fundamentales, que tanta ansiedad habían despertado en el Dr. Vázquez. El escenario hacia octubre y noviembre comienza a despejarse con una alternativa que para muchos no era imaginable: el Frente Amplio corre con la real posibilidad de perder el gobierno, y el nerviosismo empieza a cundir.

¿En qué se basa esa afirmación? En primer lugar en las encuestas. Si bien las empresas consultoras de opinión pública salieron golpeadas de las internas, es razonable pensar que en una elección de voto obligatorio y con menos candidatos dan una buena aproximación a la realidad. Más aún cuando se ve la evolución y no solo un dato puntual. A modo de ejemplo, para la empresa Factum la diferencia entre Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou viene disminuyendo a un ritmo vertiginoso. En febrero de este año ante la pregunta ¿A quién prefiere como presidente de la República entre Vázquez y Lacalle Pou?, el primero recogía 59% de adhesión frente a 34% de su rival. En abril la ventaja de Vázquez se redujo, pasando a contar con 55% de intención de voto ante un 40% de Lacalle Pou. En la última encuesta, y la primera luego de las internas, el resultado de la consulta arrojó un 51% para el expresidente frente a un 46% del candidato blanco. En palabras de Óscar Botinelli al presentar la encuesta en entrevista con Daniel Castro en Monte Carlo Televisión «están a centímetros». A lo que podríamos agregar que la tendencia es muy favorable al Partido Nacional que registra una intención de voto superior a la que tuvo la elección pasada, mientras que el Frente muestra una sensiblemente inferior. Si la tendencia se mantiene, en la próxima encuesta podremos apreciar un resultado que va a sacudir la estantería.

Otro argumento relevante es la forma en que cerró su fórmula el Partido Nacional en contraste con la del Frente Amplio. Mientras los blancos lograron unir en su oferta electoral a los dos grandes sectores que representan a la totalidad del partido, los frentistas sufrieron un proceso que ninguneó a Constanza Moreira y pisoteó (como de costumbre) al Frente Líber Seregni y al astorismo. Claramente Sendic no representa a los sectores no vazquistas, lo que quizá se manifieste en el crecimiento de Unidad Popular que hoy, según las encuestas, estaría ingresando al Parlamento.

Un tema no menor es la forma en que la corrupción está carcomiendo a un gobierno que desgastó el teflón. Esto se evidencia en el cambio de posición de Vázquez sobre el tema. Pasó de afirmar en 2004 que «podemos meter la pata pero no la mano en la lata» a afirmar luego del sonado caso de ASSE que «ninguna fuerza política está vacunada contra la corrupción». El eslogan de la pasada campaña que hacía alusión a «un gobierno honrado» hoy sonaría a chiste de mal gusto ante una administración con ministros y directores de organismos públicos procesados por la Justicia.

El contraste entre candidatos también empieza a ser chocante. Mientras Lacalle Pou sigue apegado a su estrategia «por la positiva», innovando y proponiendo soluciones a problemas concretos, Tabaré Vázquez, preso del pasado y lento de reflejos, sólo atina a repetir sus cansinos latiguillos de la campaña de hace 10 años, como si el tiempo no hubiera pasado y el país no hubiera cambiado. Ya suena ridículo escucharlo con voz tembleque invitando a los uruguayos a festejar no se sabe bien qué. El séquito que lo acompaña demuestra un nerviosismo llamativo al agredir soezmente a la oposición, como hicieron Sendic o Brenta, únicamente para mencionar los ejemplos más salientes y recientes. Sólo risa puede provocar escuchar al hijo de Sendic criticar a sus rivales por el apellido.

El clima hacia las elecciones nacionales parece ir mostrando que los vientos comienzan a cambiar de dirección. Vázquez ya no representa el cambio, representa una continuidad conservadora y esclerosada que rechina ante los fracasos de los gobiernos frentistas en los grandes temas que hacen a la calidad de vida de los uruguayos. En contraste, el impulso de la renovación para darle la oportunidad a una nueva generación gana terreno y genera esperanza. La campaña lo decidirá todo, y sin dudas, será para alquilar balcones.

 

 

Editorial publicada originalmente en El País (Uruguay), el 30 de julio de 2014