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La situación en Nicaragua va de mal en peor. Ya son tres años de gobierno de Daniel Ortega y a pesar de sus promesas el paÃs no ha mejorado. Las protestas han aumentado, han caÃdo las exportaciones y se ha congelado la ayuda internacional, y como si fuera poco los organismos privados de Derechos Humanos han acusado al Presidente de financiar turbas de jóvenes de barrios pobres para reprimir las manifestaciones de la oposición.
Con la decisión tomada por la Corte Suprema el mes pasado, en donde se anula el artÃculo 147 de la Constitución y se le permite a Ortega reelegirse, las voces de protesta de grupos opositores han vuelto a alzarse. Este descontento se ha visto reflejado en un rebrote de las manifestaciones en los últimos dÃas y en el llamado a una marcha opositora para el 21 de noviembre.
«A la gente le preocupa la reelección de Ortega, porque representa la perpetuación de su frustración a mediano plazo»[1]. Frustración que se ve reflejada en el 79% de los nicaragüenses que vive con dos dólares diarios, en la crisis de confianza tras el fraude de las elecciones municipales del 9 de noviembre  de 2008, en los 97 millones de dólares de donación europea que se encuentran congelados y en la baja del 5% de las remesas de los inmigrantes.
En este escenario, la ayuda de 457 millones de dólares que envÃa el gobierno de Hugo Chávezes de gran importancia para el paÃs y podrÃa solucionar gran parte de los problemas. Sin embargo, el mandatario nicaragüense ha decidido reducir el presupuesto destinado a salud y educación, además de impulsar una reforma tributaria que busca aumentar los impuestos.
La situación polÃtica y social de Nicaragua se tensa cada vez más. Como hemos sido testigo en otros paÃses latinoamericanos, el aumento de la influencia chavista y las maniobras reeleccionistas de Ortega son un claro atentado contra la estabilidad democrática del paÃs, esperemos éste no sea el caso.
[1] «El déficit de credibilidad de la oposición», La Nación Nicaragua, 2 de noviembre de 2009