Argentina: México y Argentina, dos modelos

Argentina y México ejemplifican dos estilos de gobierno y modelos de desarrollo, con rumbos y resultados completamente divergentes. Mientras el nuevo Presidente Enrique Peña Nieto se compromete a «ejercer una Presidencia moderna, responsable, abierta a la crítica, dispuesta a escuchar y a tomar en cuenta a todos», Cristina Fernández se encasilla cada vez más en su círculo de incondicionales, marginando a antiguos aliados e impermeable al clamor y la crítica ciudadana.

Peña Nieto recién ha asumido el cargo, y es demasiado pronto para saber si cumplirá lo propuesto, y si su partido, el PRI, ha dejado de ser el conglomerado que mantuvo una «dictadura perfecta» por 70 años, pero debe reconocerse el ánimo de plantear desde el inicio la transparencia como parte de su forma de gobernar. De hecho, al día siguiente de su investidura, el Presidente mexicano logró firmar un pacto sobre reformas políticas y económicas con los jefes de los partidos opositores, el PAN y el PRD (aunque este último lo habría firmado a título personal), que promete agilizar la tramitación de numerosas leyes e importantes reformas constitucionales que han estado estancadas en el Congreso.

México -como lo han expresado dos destacados analistas de ese país, Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda, en un reciente artículo de » Foreign Affairs» – ya no es el mismo de hace 15 años, y tampoco lo son los mexicanos, que han aprendido lo que es la democracia, la alternancia en el poder, y aprecian la globalización y la apertura al mundo. Reconocen que la transición a la democracia desde los años del priismo ha sido algo frustrante, por la lentitud de los cambios, pero la sociedad mexicana ya conoce lo que es la legitimidad de las urnas, la rendición de cuentas de los actos políticos, y está menos proclive a aceptar la corrupción endémica, porque sabe lo que es el Estado de Derecho y la independencia de la justicia.

En estos años, México abrazó con entusiasmo el libre mercado, lo que se plasma en numerosos TLC, siendo el más importante el que lo vincula estrechamente a EE.UU. Entre las ventajas del mismo está la fuerte interdependencia de sus industrias y exportaciones, la capacidad de absorción de mano de obra mexicana en ese país, y también el empleo que dan las maquilas instaladas en territorio mexicano. Entre las desventajas, el que México deba soportar los vaivenes económicos que afecten a su vecino del norte.

Argentina y su Presidenta Cristina Fernández han elegido un sistema del todo distinto. Antes que un TLC, el gobierno trasandino prioriza el Mercosur, un acuerdo de integración con países con diversos niveles de desarrollo -al que, ahora, se incorpora la Venezuela de Chávez-, fundado en el proteccionismo económico. Sus sucesivas crisis dan cuenta de las dificultades de combinar economías tan distintas como Paraguay y Brasil, y otras que compiten como Argentina y Brasil, por ejemplo en el tema automotor. Cristina Fernández parece querer seguir el rumbo de Chávez en cuanto a re-reelección -aunque por ahora no parece realista-, y también a nacionalizaciones. El conflicto con Repsol por la expropiación de YPF es una derivada de esta tendencia a entrar en problemas con la comunidad internacional, que tiene como mayor demostración su conflicto judicial con los acreedores que no renegociaron la deuda.

México parece tener un futuro de certezas. El porvenir de Argentina es una incógnita.



Publicado originalmente en Editorial de El Mercurio, el 5 de diciembre de 2012.