Argentina: Las falacias sobre el boom de la clase media

Análisis de Fernando Laborda



Diez años atrás hubiera sido impensable un paro general convocado por organizaciones de trabajadores para que el Estado bajara los impuestos. Hoy, sin embargo, eso parece posible.

La huelga general convocada para hoy por la CGT liderada por el camionero Hugo Moyano y por la CTA encabezada por el estatal Pablo Micheli presenta una motivación inédita, tradicionalmente mucho más relacionada con demandas de la clase alta y de los ejecutivos de empresas que con reivindicaciones de la clase obrera. Tiene como principal bandera el reclamo de que el Estado elimine o disminuya sensiblemente el impuesto a las ganancias a los trabajadores, con el argumento de que el salario no puede ser considerado ganancia.

La era kirchnerista lo hizo posible. Y no porque, como esgrimirá el Gobierno, el salario de los trabajadores haya experimentado un increíble incremento en términos reales que ha equiparado a muchos obreros de hoy con los ejecutivos de ayer, sino por una voracidad fiscal sin límites, que ha hecho que un trabajador soltero en relación de dependencia que recibe apenas un poco más de dos salarios mínimos ya pague impuesto a las ganancias.

El salario mínimo, vital y móvil asciende actualmente a 2670 pesos, en tanto que un trabajador soltero debe tributar ganancias si su sueldo alcanza los 5782 pesos. En tanto, un trabajador casado, con dos hijos, debe pagar ese impuesto cuando su sueldo llegue a 7997 pesos, esto es, algo menos de tres salarios mínimos.

El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, pese a la fuerte inflación que acosa los bolsillos de los argentinos, ha mantenido congelado el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias desde abril de 2011. De esta manera, cualquier aumento salarial que se haya acercado este año al aumento del costo de vida real (alrededor del 25%) terminó siendo mucho menor por el impacto de los mayores descuentos en concepto de tributo a las ganancias. Este fenómeno es creciente a medida que los salarios brutos tienden a ser mayores.

Mientras la Presidenta se jacta de un descenso de la pobreza y de una expansión de los sectores medios sin parangón en ningún país del mundo, algunos datos estadísticos ofrecen curiosas y contradictorias conclusiones:

Un trabajador en relación de dependencia con un ingreso de 5000 pesos mensuales brutos, que trabaja en la provincia de Buenos Aires, aporta al fisco poco más del 53% de su ingreso, por lo que debe trabajar 196 días para el Estado, de acuerdo con un trabajo de la Fundación Libertad y Progreso, realizado por los economistas Agustín Etchebarne e Iván Carrino.

Según el mismo informe, los aportes jubilatorios de ese trabajador sumarían a lo largo de toda su vida laboral unos 3.300.000 pesos, equivalentes a diez casas de 330 mil pesos cada una. «En una palabra, al momento de retirarse, podría contar con diez alquileres de más de 1000 pesos cada uno; seguramente, mucho más que lo que obtendría como jubilación», de acuerdo con Etchebarne.

De acuerdo con el Indec, una persona adulta podría vivir con 17 pesos por día o 510 pesos mensuales. Según Víctor Becker, titular del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano y ex director del Indec, esa estimación oficial conduciría a pensar que el 80% de los jubilados que ganan el haber mínimo ($ 1880) podría ahorrar unos 1370 pesos por mes o 17.800 al año.

Las cifras de pobreza difundidas por el Indec dan cuenta de que apenas el 6,5% de la población argentina es pobre, un porcentaje inferior al de Suiza, Noruega, el Reino Unido de Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania, y casi igual al de Suecia, según los cálculos de Becker.

Las distorsionadas estadísticas del Indec llegan a tal punto que si se considera que, entre junio de 2007 y mayo de 2012, el salario promedio de los trabajadores registrados creció un 187%, y que en igual período los precios al consumidor aumentaron tan sólo un 52,8% según el organismo oficial, el crecimiento del salario real llegaría al 87,8%, a razón de un 17% anual más que la inflación y a más del doble que el PBI. Un récord digno de ser inscripto en el libro Guinness, si no fuera porque la inflación medida por el Indec es aproximadamente tres veces inferior a la real.



* Jefe de Editoriales y columnista político del diario La Nación Argentina
Twitter: @flaborda

Publicado originalmente en La Nación Argentina, el 20 de noviembre de 2012