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Las políticas del nuevo mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, han generado gran aprobación por parte de la población en sus primeros 8 meses de gobierno. Si bien se pensaba que continuaría  con el legado de su predecesor y correligionario Álvaro Uribe, podemos notar un cambio en el estilo de Santos, especialmente en política exterior, que ha potenciado al país dándole un renovado protagonismo en la región.

Según la Consulta Mitofsky al mes de marzo de este año, Santos es el presidente mejor evaluado de Latinoamérica alcanzando cuatro puntos porcentuales más de lo obtenido en el primer mes de gobierno, con un 77% de aprobación, único en la categoría de «evaluación sobresaliente».

Una de las prioridades de este gobierno es la aplicación de una política exterior moderna que integre al país con Latinoamérica. Esto es en parte debido al exceso de importancia que tuvo a nivel nacional e internacional la lucha contra la guerrilla colombiana a manos de las FARC y la ruptura de las relaciones con Venezuela, lo que causó un aislamiento de Colombia. Es por eso que hoy se ha encaminado a retomar relaciones un poco congeladas con la región considerando que además el ex mandatario Uribe orientó gran parte de sus esfuerzos en acercarse enérgicamente a Estados Unidos, desatendiendo las relaciones con los países vecinos.

Santos ha impulsado el multilateralismo participando más activamente en instancias de cooperación como Unasur, en la cual la ex Ministra de Relaciones Exteriores de Colombia, María Emma Mejía, es actualmente secretaria general, tomando el puesto del recientemente fallecido ex presidente de Argentina Néstor Kirchner. Al mismo tiempo se ha acercado a Ecuador y ha solucionado roces con Venezuela. También aspira a ingresar a la OCDE y al Apec, y ha tomado parte importante en la agenda de integración profunda materializada en la suscripción del Acuerdo del Pacífico[1] a firmarse hoy en la Cumbre de Lima para la Integración Profunda. En este mismo sentido, ha formado alianzas estratégicas con Chile y Perú en cuanto a la proyección y la salida del subdesarrollo. Sin embargo, como muchos analistas destacan, no ha descuidado las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea.

El mandatario ha buscado cambiar la imagen que sobre Colombia persiste en Europa: «Ya no hablamos sólo de narcotráfico, de violación de los derechos humanos y de violencia. Ahora se habla de negocios, de inversiones, de transferencia de tecnologías, de medio ambiente y de proyectos conjuntos»[2].

La forma de gobernar de Santos ha hecho que el distanciamiento de Uribe, en cuanto a programa y lineamientos, sea cada vez más evidente, llegándose a generar fuertes tensiones mediáticas entre ambos. No obstante, sería políticamente costoso un quiebre explícito en las relaciones.

Esta nueva política exterior ha sido ampliamente aceptada y acogida por el pueblo colombiano y los países de América Latina, en la que el gobierno ha ampliado su agenda de cooperación multilateral siempre en el marco de defender los intereses colombianos en el exterior, fomentar la cooperación y atraer la inversión extranjera al país. Esto le ha dado a Colombia una representación y un liderazgo renovado y moderno en la región.