Chile:

Por Daniel Pardo

El sábado, en medio del caos por los frenéticos incendios que azotan el centro de Chile, Gabriela Torres y Luis Lagos cancelaron su matrimonio y donaron la comida a la unidad contraincendios de la cuidad.

Los bomberos de Constitución, una de las comunas más afectadas por la emergencia, recibieron la donación con cariño y alegría. Comieron torta y canapés.

Porque un bombero, explica el capitán Alex Muñoz, «nunca dice que no».

Como en otros países, los bomberos en Chile son voluntarios que dejan sus familias y trabajos a un lado cada vez que el fuego amenaza una ciudad, un animal o a la naturaleza misma.

«Nosotros servimos por abnegación y pagamos por servir», continúa Muñoz, bombero en sus tiempos libres, pero soldador de profesión.

Incluso antes de los voraces incendios que registran 600.000 hectáreas quemadas, los bomberos ya eran vistos como seres queridos y admirados por la población.

Son, de hecho, la entidad en la que más confían los chilenos, con un 98% de aceptación, según encuestas de la consultora Adimark,

Ahora son héroes con los que la gente se toma fotos cada vez que puede.

«Ganas de seguir»

Muñoz lleva 27 años prestando este servicio, «y con ganas de seguir», añade.

Flaco, bajito, el soldador no terminó el bachillerato pero en la unidad es jefe de médicos, abogados e ingenieros.

«El sentido y la validez de ser bombero es que no te paguen», asegura.

Varias veces han venido políticos a este cuartel con el ofrecimiento de pagarles un sueldo, pero siempre lo han rechazado porque lo consideran una manera de desviar sus intenciones.

«Si nos pagaran estaríamos pidiendo días y horas libres, mientras que ahora varios de nosotros llevamos 20, 30 días seguidos trabajando», explica.

Pero que no reciban un sueldo no significa que los bomberos chilenos no exijan ciertas facilidades, que para muchos de ellos no son suficientes.

El Estado les da dinero para manutención y sueldos de secretaría, tesorería y otras funciones.

Pero, por ejemplo, el traje protector, que cuesta hasta US$3.000, lo tienen que pagar ellos.

Además, prestan otros servicios, como rescates subacuáticos, en alturas y vehiculares.

«Hemos ido tomando las responsabilidades que el Estado no ha tomado y para nuestras necesidades tenemos que hacer maravillas».

Los bomberos hacen fiestas, rifas, bingos, eventos para recolectar plata.

Pero la carestía, dice Muñoz, no es la única razón por la que no dicen no a nada: «Se trata más de una voluntad de servir siempre».

El reto más grande

Los incendios que día a día han ido quemando el centro de Chile en el último mes se convirtieron en el reto más grande al que se han enfrentado los 40.000 bomberos que ejercen en el país sudamericano.

Con fama de sencillos, apasionados y gozosos, los bomberos chilenos son admirados internacionalmente por su excelencia, debido a los complicados exámenes psicológicos, médicos y procedimentales que deben aprobar.

Podrán llevar 30, 40 o 50 años trabajando en esto, pero ninguno de ellos dice haber visto algo como lo que está ocurriendo ahora.

Sólo el 1% de los incendios en Chile -que generan el 70% de los daños- son tan grandes e implacables como los que se están generando este año.

Por eso los bomberos creen que hay algo más allá de las razones usuales para explicar que cada vez que apagan un incendio, se prenda otro.

Casi ninguno de ellos duda que hay alguien detrás de los incendios, porque no se explican que se prendan varios focos al tiempo a varios kilómetros de distancia y en la dirección contraria al viento.

Hay 42 personas detenidas como presuntos incendiarios, pero la Corte Suprema rechazó el lunes la designación de un fiscal para investigar si hay un grupo organizado detrás de una emergencia que ha adquirido dotes de «ataque terrorista».

Michel de L’Herbe, un experto en emergencias que ha estudiado esta serie de incendios en detalles, rechaza la idea de un complot para prenderlos.

En número de incendios este año sólo ha habido un aumento del 12% comparado con el año pasado, mientras que en hectáreas quemadas el aumento ha sido de 1.400%, según cifras oficiales.

«Si tuviésemos una oleada de pirómanos», le dice De L’Herbe a BBC Mundo, «el primer indicador debería mostrarse en el número de incendios, en lo intencional, y no la dispersión de dos incendios muy agresivos, que es lo que estamos viendo en las zonas del Maule y O’Higgins, donde se ha quemado un tercio de la totalidad».

Una batalla por varios frentes

Precisamente en el Maule, BBC Mundo acompañó a una unidad de bomberos durante dos operaciones.

La batalla más feroz que entablan en el terreno, después del fuego, es el viento, que cambia de dirección de repente y adquiere raros comportamientos debido a la fuerza del incendio en una topografía montañosa y agreste.

Luego están los pinos y eucaliptos, que monopolizan la naturaleza de la región, porque tienen resina inflamable y están secos tras 9 años sin que haya llovido.

Hay otras variables insólitas, como los conejos que habitan bajo la superficie de la tierra y salen corriendo, prendidos, hasta caer calcinados en otro bosque, que termina en llamas.

Al final de una de las operaciones, uno de los bomberos encontró el pedazo de un envase plástico de diluyente para autos, en lo que para ellos es una prueba de que el incendio había sido prendido por un malintencionado.

«Hemos encontrado focos alrededor de árboles y parches en los troncos como si hubieran echado gasolina y prendido solo ese pedazo», le dijo a BBC Mundo el ingeniero y comandante de la operación, Luis Sepúlveda, que vino de Putaendo, a 500 kilómetros de acá.

«Esto es todo muy raro, nunca habíamos visto algo así», reitera.

Intencionales o no, los incendios que Chile no logra extinguir son algo que acá, tierra de desastres naturales, nunca nadie vio.

Ni siquiera los bomberos.

 

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Publicado originalmente en BBC Mundo, el 31 de enero de 2017.