Argentina: Venezuela y Argentina: El Fracaso de la Economía Populista

Por:

Pablo Díaz de Brito

En:

País:

Argentina

Fecha:

16 de enero de 2010

Hugo Chávez acaba de devaluar entre el 20 y el 100 por ciento, con simultáneo desdoblamiento del mercado cambiario. Desdoblamiento oficial, porque el dólar paralelo ya existía en Venezuela desde que se instauró el control de cambios en 2003. Ahora se creó un «dólar petrolero», a 4,30 bolívares, el doble del valor vigente hasta el viernes 8 de enero de 2010, para cobrar las exportaciones de ese rubro y las importaciones «no esenciales»; y otro, más bajo, a 2,6, para importar bienes esenciales, especialmente alimentos y medicinas.

 Entre los bienes no esenciales penalizados figuran electrodomésticos, ropa y productos metalúrgicos y de plástico, que el ministro de Planificación, Jorge Giordani, calificó como «bienes innecesarios». Son todos productos que la economía venezolana no logra fabricar y debe importar. En tanto, el dólar paralelo cotiza a 6 bolívares. A la moneda venezolana se la llama «bolívar fuerte» porque, producto de la inflación crónica, se le debieron quitar tres ceros en enero de 2008.

 Entretanto, las cifras oficiales de Venezuela admiten que 2009 cerró con una inflación superior al 25 por ciento, la más alta de la región, mientras la economía cayó casi 3 por ciento. Venezuela, en suma, está en «estanflación», esa combinación fatal de recesión con inflación. La devaluación empeorará aún más este cuadro, tanto en lo que respecta a la inflación como a la caída del consumo.

 La política económica chavista, un calco de las recetas fallidas de los años 70 con agregados autoritarios de los 40, ha reproducido todos y cada uno de los problemas de aquellas épocas: gasto público siempre creciente que lleva a inflación alta crónica, que a su vez corroe el salario real y el tipo de cambio, con consecuente caída de la economía, a lo que se suma la falta de inversiones privadas por razones obvias. El gasto se va en parte en unas estatizaciones que implican gravosas cargas para el Estado, tanto en enormes indemnizaciones como en déficit operativos de las empresas expropiadas.

 A todo esto se debe agregar un régimen de precios máximos que logra crear un activo mercado negro. Súmese un control de cambios rígido, que mantuvo un valor fijo de la moneda durante cinco años, lo que trajo un atraso cambiario que ahora se tuvo que sincerar, pero insistiendo en el control de cambios y redoblándolo. Lo mismo se hizo con el control de precios mediante el publicitado envío de soldados con ametralladoras a controlar valores de heladeras y microondas.

 Por si fuera poco, aún hay que agregar el descalabro energético: la matriz energética venezolana es irracional, puramente hidroeléctrica, y ante la sequía se le echa la culpa a El Niño. Para cambiar esa matriz y hacerla más balanceada se necesitan años de trabajo serio y grandes inversiones, poco redituables en términos propagandísticos: algo imposible para el chavismo, que vive en un régimen de demagogia estridente y constante.

En suma, en Venezuela se verifica una enumeración de calamidades que a los argentinos trae muy malos recuerdos…y algunos paralelos inquietantes con el presente. Acá también hubo dólar comercial y dólar paralelo, quita de ceros a la moneda, así como precios máximos, y hoy existe una persistente inflación que corroe el salario real. Como frutilla del postre, tanto en Caracas como en Buenos Aires se decidió echar mano de las reservas. De las «excedentes», una extravagante categoría inventada ad hoc para dar el manotazo que ningún economista serio suscribe, del mismo modo que en ningún país mencionable se discute la autarquía del Banco Central.

 Todo esto es la setentización de la economía, o la macroeconomía del populismo, como se la ha llamado, y que no hace otra cosa que repetir obstinadamente lo que no funcionó y se hundió catastróficamente en los años 80. Los resultados, no sólo en Venezuela, están a la vista.

——————————————————–

* Periodista y miembro de la Red Puente Democrático Latinoamericano.

Fuente: Cadal