Latinoamérica: Rechazo Bolivariano a la «Alternancia Democrática»

Por:

Emilio J. Cárdenas

En:

País:

Columnas

Fecha:

24 de agosto de 2009

Está claro que el accionar institucional de las experiencias «bolivarianas»[i] en nuestra región muestra algunos «denominadores comunes». En lo político ciertamente, pero también en lo económico y en lo social.

 

Si observamos lo que sucede en el primero de los capítulos mencionados, el referido a lo político, parece evidente que los regímenes «bolivarianos» coinciden en: (i) concentrar todo el poder en manos del Poder Ejecutivo; (ii) transformar a los Parlamentos en meros «sellos de goma» destinados apenas a una tarea de «legitimar» las decisiones del Ejecutivo; y (iii) eliminar la independencia e imparcialidad de las pautas que deben gobernar el funcionamiento del Poder Judicial, al que someten a los designios del poder, para así transformarlo en un mero agente de sus propuestas y, al propio tiempo, asegurarse la mayor impunidad posible. Esto es todo lo contrario, ciertamente, a los ideales básicos de los esquemas republicanos. A ello agregan, todos, una ambición de poder «controlar» a los medios de comunicación, que ya se ha convertido en verdadera pesadilla en América Latina. Telesur no les alcanza y tratan ahora de silenciar las opiniones que contradigan el «discurso único»

 

Además (despreciando la noción esencial de la «alternancia democrática») los líderes «bolivarianos» procuran eternizarse en el poder, para lo que -de mil maneras- eliminan cualquier obstáculo (hasta constitucional) que impida esa posibilidad.

 

Una de las vías preferidas para alcanzar este objetivo -imprescindible para ejercer autoritariamente el poder- es la de las llamadas «consultas populares» o «referendos» los cuales (según ellos) expresan presuntamente una «voz popular» a la que atribuyen un «peso relativo» que superaría al del pacto social básico expresado en diversas Constituciones. Hasta el Paraguay de Fernando Lugo está ya coqueteando con esta alternativa concreta. Y, desgraciadamente, Álvaro Uribe estaría también considerando esta posibilidad que, de concretarse, dañaría a la democracia de la que puede estar orgulloso su país.

 

Esto ya ha sucedido -y se ha consolidado- tanto en Venezuela, como en Ecuador y Bolivia, cuyos líderes tienen patentes de «eternos». Es también lo que intentara -sin éxito- «Mel» Zelaya, en Honduras. Y es lo que procura en Nicaragua Daniel Ortega, que lidera el quizás más burdo régimen «bolivariano» de la región.

 

Ortega está disfrazando sus ambiciones de ser -por quinta vez- candidato presidencial detrás de una «cortina de humo». La que, supuestamente, pretende instalar un régimen «parlamentario» en su país.

 

El objetivo es muy otro: permitir a los «sandinistas» aferrarse al poder por el mayor tiempo posible.

 

Ortega procura, desde el 19 de julio pasado (hasta ahora sin eco), convocar y realizar uno de esos «referendos» en su país. El Presidente del Colegio Electoral de Nicaragua, Roberto Rivas, y el Magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Rafael Solís, lo apoyan abierta y vehementemente.

 

Para ellos no importa cual es el procedimiento previsto en la Constitución para su propia reforma. Lo dejan de lado. Como si no tuviera valor alguno. Particularmente cuando, como debe ser, impide los apresuramientos.

 

La idea de Ortega es -una vez más- la de utilizar a su «aliado» político: Arnoldo Alemán, para que así el Parlamento nicaragüense (que ambos controlan) sea quien, en definitiva, quien pueda reformar la Constitución confiriéndole la posibilidad de un tercer mandato. Dejando de lado, claro está, la prohibición explícita del Artículo 147 de la Constitución de Nicaragua. Por incómoda a sus ambiciones personales.

 

El Partido Liberal Constitucional de Alemán acaba de emitir, no obstante, una declaración en la que expresa que «no cederá espacios». Lo que no es demasiado convincente, particularmente cuando su pasado reciente lo condena.

 

Si fracasara, la ambiciosa esposa de Ortega, Rosario Murillo, podría -de pronto- convertirse en candidata presidencial. Esto es en el «comino» a utilizar para seguir en el timón de Nicaragua, sin reformar la Constitución. Pasándole así por el costado a la prohibición constitucional a la reelección y abrazado una suerte de hipocresía institucional que (está claro) ha funcionado en otros rincones de nuestra región.

 

La democracia peligra seriamente en los países «bolivarianos». Sus líderes no creen en ella. Son autoritarios hoy, con riesgo cierto de que mañana sean totalitarios. Como está sucediendo aceleradamente en Venezuela.

 

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(*) Ex Embajador de la República Argentina en las Naciones Unidas.

[i] Eufemismo utilizado para no utilizar la desgastada palabra «socialismo».