Chile: Mitos y realidades de los sistemas de pensiones

Por:

Vittorio Corbo

En:

El Mercurio

País:

Chile

Fecha:

3 de noviembre de 2015

En los últimos 15 años, los sistemas de pensiones de todas partes han estado bajo presión y sufriendo el estrés de un mundo que ha evolucionado, para bien, en varias dimensiones. Esta presión ha afectado tanto a los sistemas de capitalización individual, con contribuciones definidas como el chileno, como a los de reparto con beneficios definidos.

Los sistemas de pensiones se han visto afectados, en general, por dos fuerzas que reducen los montos de las pensiones al momento de jubilar. La primera es el significativo aumento en la esperanza de vida de las personas, lo que ha extendido el tiempo de vida esperado al momento de jubilar, mucho más que lo considerado cuando los sistemas fueron diseñados. Esta excelente noticia, ocasionada en gran parte por los mayores ingresos y los avances médicos, implica que los sistemas de pensiones deben financiar pagos por mucho más tiempo. Pero para lograr esto, no hay pasos mágicos. Se requiere cambiar los parámetros de los sistemas de pensiones para que estas no se reduzcan al jubilar en un sistema de capitalización individual, como el chileno, o para que la solvencia fiscal no se ponga en riesgo en el caso de los sistemas de reparto.

La segunda fuerza que limita los montos de las pensiones es la caída significativa que han tenido, en los últimos años, las tasas de interés de largo plazo en el mundo y en Chile, fenómeno vinculado, en parte, a los efectos de la crisis, y a factores estructurales y de más largo plazo, asociados a un exceso de ahorro sobre la inversión en el mundo. Este segundo efecto hace que un mismo flujo de contribuciones genere un menor fondo acumulado al momento de la jubilación en un sistema de capitalización individual con contribuciones definidas, afectando especialmente a las generaciones que están en sus etapas tempranas de acumulación. Pero es bueno tener en mente que este efecto golpea también a los sistemas de reparto, que acumulan igualmente recursos para financiar pensiones (de generaciones) futuras, los que ahora tendrán un menor rendimiento.

En el caso de los sistemas de reparto, tenemos una tercera fuerza que los ha golpeado en las últimas décadas. A la par de la mayor expectativa de vida viene también un progresivo envejecimiento de la población, que aumenta la tasa de dependencia (esto es el número de personas en edad de jubilación por cada persona en edad de contribuir al sistema de pensiones), lo que reduce la recaudación para financiar pensiones, ya que ahora se debe financiar un mayor flujo de pensiones con contribuciones decrecientes.

Remuneración promedio versus salario al momento de jubilar

En el caso chileno, hay una serie de dificultades adicionales: baja tasa de participación laboral femenina; importantes lagunas previsionales; la no obligación de cotizar que tuvieron hasta muy reciente los trabajadores independientes y por cuenta propia; la alta evasión y subdeclaración de cotizaciones; la informalidad prevalente en muchos países, principalmente en desarrollo, y el hecho de que la contribución esté determinada como un porcentaje del salario del momento, lo que hace que un trabajador ahorre de acuerdo con su salario medio, remuneración que, en muchos casos, es menor al salario al momento de jubilar. Esto último genera un problema principalmente en países donde, como resultado del alto crecimiento de los últimos 30 años, el salario real al momento de jubilar es sustancialmente mayor que el salario real promedio de su vida laboral, lo que termina por afectar la tasa de reemplazo del sistema, porque esta última se compara con el salario a la edad de jubilar. Esto lleva a problemas de caída en los ingresos reales y a un problema de expectativas, que afecta también la confianza en el sistema. Todo esto se potencia cuando además parte importante de la población no entiende el funcionamiento del sistema, incluso desconociendo parámetros básicos asociados a la acumulación de recursos y cálculo de pensiones.

Tres medidas para aumentar las pensiones

Algunos de estos problemas se pueden enfrentar con medidas que faciliten la empleabilidad de hombres y mujeres en general, y de las personas sobre 50 años de edad (para atenuar los efectos de las lagunas previsionales y surjan oportunidades para seguir acumulando en el fondo en edad adulta), con una mejor educación previsional para que los trabajadores tomen más conciencia de la importancia de tener contribuciones continuas o de ahorrar por fuera del sistema de pensiones para cubrir sus gastos en su período de retiro.

En la misma dirección, para aumentar la tasa de reemplazo frente a los problemas abordados en esta columna (especialmente el aumento de la esperanza de vida y la caída en las tasas de interés real) es aconsejable: Uno, aumentar la tasa de contribución por sobre el 10%, como lo propone también la Comisión Bravo (de hecho, el promedio de la OCDE es de un 19,6%); Dos, facilitar el proceso de extensión de la vida laboral con medidas que faciliten tanto el mantenimiento de un empleo como la empleabilidad de los mayores de 50 años; y Tres, incrementar la edad requerida para jubilarse, tanto de hombres como de mujeres (por sobre los 65 años para los hombres y bastante más que los 60 años para las mujeres).

Para los trabajadores que a pesar de los cambios anteriores no fueran capaces de generar una pensión digna, la única solución es fortalecer el pilar solidario más allá de lo que se hizo con la reforma del 2008, financiado responsablemente con el presupuesto de la nación.

Los sistemas de reparto tampoco han estado ajenos a estos problemas; en ese caso, los ajustes se han hecho reduciendo los beneficios definidos, subiendo las cotizaciones de los trabajadores activos (con efectos importantes en la informalidad y en el empleo), reduciendo otras partidas del gasto público y/o aumentando impuestos generales.

La rentabilidad de los fondos de pensiones es alta

En cuanto a los mitos de nuestro sistema de pensiones, muchas veces se argumenta que la tasa de retorno de los fondos ha sido muy baja y/o que las comisiones cobradas a los afiliados por los fondos invertidos son muy altas. Esto no se condice con la realidad. Como lo destaca la Comisión Bravo, la rentabilidad real promedio de los fondos de pensiones desde su creación ha alcanzado un 8,6% real, la cual es alta en cualquier comparación internacional.

Esto ha sido el resultado de las grandes oportunidades de inversión que han surgido gracias al alto crecimiento de la economía chilena de los últimos 30 años, a reformas que han permitido expandir las oportunidades y opciones de inversión como fue el aumento de los límites para invertir en el extranjero, a la creación de los multifondos, y a la buena gestión de las administradoras. Con respecto a las comisiones, las cuales inciden en los retornos netos, muchas veces se argumenta que estas son muy altas, lo cual es extraño a primera vista, dadas las economías de escala que tiene esta industria y el aumento en la competencia dentro del sector, junto con las licitaciones que han presionado a la baja, aún más, a las comisiones. De hecho, al computar comisiones con los montos administrados, estas son de solo un 0,6%, valor que está por debajo del 0,9% promedio cobrado por los fondos de pensiones privados en los países de la OCDE, los que también están por debajo de lo cobrado por la administración de otros fondos privados, tanto en Chile como en otros países de la OCDE.

Terminar con el sistema de AFP sería un error

En vista de los argumentos que acabo de exponer, es sorprendente que algunos miembros de la Comisión Bravo recomendaran volver al sistema de reparto. En relación con esto, vale la pena considerar la opinión del profesor del MIT y Premio Nobel de Economía Peter Diamond, quien es además uno de los más reconocidos especialistas mundiales en pensiones y es también un gran conocedor del modelo chileno. El profesor Diamond declaró recientemente sobre las recomendaciones de la Comisión Bravo: «en el marco de las tres propuestas globales que se discutían, era esperable que no haya habido un apoyo serio a la alternativa tres, que es la de reemplazar el sistema de capitalización individual de las AFP por uno de reparto. Terminar con el sistema de AFP sería un error. Chile ha trabajado bastante duro para tratar de que el sistema funcione como lo ha hecho. Es el gran contraste con muchos de los países que tratan de imitarlo, y que no hicieron un buen trabajo. … Chile hizo que el sistema de AFP pareciera fácil, cuando en realidad es muy difícil. Veo a la propuesta A (modificar el sistema utilizando la base actual) como un gran paso en la ruta adecuada. En la propuesta B (esquema mixto, que integra un reparto parcial más capitalización individual), tengo discrepancias, y la propuesta C (volver a un sistema de reparto) sería terrible para Chile. Es claro por qué la C no llegó a ninguna parte, pues no es sustentable, y creo que la propuesta B va también en la dirección equivocada.»

Por último, vale la pena recordar que el reemplazo del antiguo sistema de reparto por el de capitalización individual en Chile ha tenido efectos positivos también en el ahorro, la inversión, el empleo, los gobiernos corporativos de las empresas chilenas y, en último término, en el crecimiento del producto de Chile (Corbo y Schmidt-Hebbel, 2003).

En conclusión, más que una gran reforma, lo que se requiere hoy es hacer mejoras en el sistema actual. «Es sorprendente que algunos miembros de la Comisión Bravo recomendaran volver al sistema de reparto. Con respecto a esto, vale la pena considerar la opinión del profesor del MIT y Premio Nobel de Economía Peter Diamond, quien declaró: ‘Terminar con el sistema de AFP sería un error. Chile ha trabajado bastante duro para tratar de que el sistema funcione como lo ha hecho. Es el gran contraste con muchos de los países que tratan de imitarlo, y que no hicieron un buen trabajo. … Chile hizo que el sistema de AFP pareciera fácil, cuando en realidad es muy difícil’.

 

 

 

Publicado originalmente en El Mercurio, el 1 de noviembre de 2015