Maduro rectificó. La Fiscal General del paÃs, Luisa Ortega DÃaz, le facilitó el cambio en bandeja de plata. Seguramente fue pactado. Primero, Nicolás Maduro habÃa eliminado cualquier vestigio de democracia en Venezuela. Sus sicarios en el Tribunal Supremo de Justicia se encargaron de asumir las funciones de la Asamblea Nacional. Era la última maniobra. ContinuarÃan la dictadura, pero sin tapujos y con mano aún más dura. El camino quedaba libre para acusar a los diputados de traición a la patria. O de lo que se les ocurriera.
La operación para destruir la Asamblea Nacional comenzó tras la derrota electoral de diciembre de 2015. Era la versión venezolana de la piñata nicaragüense. Fue entonces, en las pocas semanas que faltaban para que el nuevo parlamento comenzara a operar, cuando, a toda máquina, reformaron la composición de la cúpula del poder judicial, pisoteando la Constitución y preparándose para gobernar a palo y tentetieso cuando fuera necesario.
¿Y qué piensa Raúl Castro de todo esto? Debe preocuparle. Al fin y al cabo, la cabeza del Socialismo del Siglo XXI está en La Habana. Nicolás Maduro es sólo un tÃtere (mal) formado en los cursillos de marxismo-leninismo de la Escuela de Cuadros del Partido Comunista de Cuba, sugerido por Fidel Castro a Hugo Chávez.
Maduro les parecÃa a los servicios cubanos un bruto noble y dócil que hablaba con los pajaritos, mucho menos corrupto y más manejable, por ejemplo, que Adán Chávez, el hermano del fallecido teniente coronel. No era perfecto, pero, entre los venezolanos disponibles, era el más útil para “los cubanosâ€, precisamente por sus debilidades.
El gobierno de Venezuela, aunque caótico y desorganizado, sà es un peligro para la seguridad de Estados Unidos por sus vinculaciones con los terroristas islámicos y por sus lazos militares con Irán y Hezbolá. No tiene ojivas nucleares, pero posee otros medios de perjudicar severamente a su archienemigo.
Es un peligro por sus nexos con el narcotráfico y por la utilización de una parte de sus generales en este comercio asesino. Es un peligro por su militante “antiyanquismoâ€, siempre a la caza de nuevas conquistas, y por ser una de las naciones más corruptas del planeta.
¿De qué le sirve al Departamento del Tesoro de Washington perseguir por corrupción a los jerarcas internacionales del fútbol, o a una docena de banqueros por blanqueo de capitales procedentes de la droga, como señala la DEA, si Venezuela es un narcoestado impunemente dedicado a todos esos menesteres, mientras asiste sin recato a las narcoguerrillas colombianas?
Estados Unidos es la única nación de las Américas que posee la visión estratégica, los recursos, el peso material y el sentido de la responsabilidad que se requiere para defenderse de sus enemigos y formular una “hoja de rutaâ€, como ahora se dice, consagrada a cambiar un régimen que le perjudica intensamente y emponzoña la atmósfera en toda América Latina.
Tal vez no sea inteligente que Estados Unidos elimine las compras de petróleo a Venezuela –la única fuente de cash que ingresa el paÃs–, pero sà serÃa factible abonar el producto de esas transacciones a una cuenta escrow, hasta que la Asamblea Nacional certifique que el comportamiento de Maduro se adapta a las normas constitucionales. SerÃa una irresponsabilidad alimentar a un gobierno ilegÃtimo que usurpa funciones que no le corresponden.
No es verdad que la Guerra FrÃa terminó totalmente. Desapareció la URSS y con ella se evaporaron los regÃmenes comunistas de Europa oriental, pero Estados Unidos continúa teniendo enemigos tenaces decididos a combatir al paÃs por todos los medios. Si Washington desea continuar siendo la cabeza del mundo libre no puede evadirse del tema venezolano. Tiene que dar un paso al frente y liderar al Continente. Nadie más puede o sabe hacer esa tarea.
** Periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.
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Publicado originalmente en El Nuevo Herald (EE.UU.), el 1 de abril de 2017