Un dÃa después de que Cristina Fernández de Kirchner denunció a través de Twitter un intento destituyente contra su gobierno, el otrora lÃder piquetero Luis D’ElÃa les puso nombre y apellido a los supuestos golpistas y hasta adelantó la fecha del imaginario alzamiento: el 8 de noviembre.
Las tácticas de victimización no son novedad en el kirchnerismo. Desde hace años, la Presidenta viene recurriendo a ellas. Empezó metiendo mano a cuestiones de género para persuadir a la sociedad de que gobernar un paÃs es más difÃcil para una mujer, un planteo absolutamente relativo en un siglo XXI en el que cada vez más mujeres rigen los destinos de sus paÃses. Siguió con el efecto luto, tras la muerte de Néstor Kirchner, que ayudó a moderar las crÃticas opositoras durante algún tiempo. Y, desde hace menos tiempo, arremetió con las teorÃas conspirativas y las denuncias sobre grupos destituyentes, que tuvieron dos grandes blancos: los medios periodÃsticos no complacientes con su gobierno y el Poder Judicial.
El relato cristinista se basa en construcciones ficcionales. El problema es que muchos de los propios funcionarios y dirigentes del oficialismo se ven forzados a terminar creyendo que esos escenarios imaginados realmente existen y terminan actuando en consecuencia.
AsÃ, terminan persuadidos de que la inflación es exclusiva responsabilidad de empresarios inescrupulosos que pugnan por obtener ganancias desmedidas remarcando precios e invirtiendo cada vez menos. La respuesta a ese equivocado diagnóstico pasa por los ineficaces controles de precios y los gritos de Guillermo Moreno. El relato oficial no habla de la emisión monetaria descontrolada ni de la falta de estÃmulos y de confianza para las inversiones productivas.
Con el cepo cambiario ocurrió algo semejante. No hace mucho, la jefa del Estado esgrimió que como nuestro Banco Central no puede emitir dólares y necesitamos esos dólares para comprar los insumos indispensables para producir y para pagar la deuda pública, habÃa que restringir la venta de moneda extranjera. Por aquel entonces, contábamos con unos 45.000 millones de dólares de reservas brutas. Nunca se entendió por qué, en tiempos de Néstor Kirchner, con reservas que llegaron a ser de sólo 18.000 millones de dólares tras la cancelación de la deuda con el FMI, no fue necesario aplicar un cepo cambiario. Hoy, desde la aplicación de ese candado, las reservas se ubican por debajo de los 37.000 millones y, dentro de pocos dÃas, cuando se liquiden los Bonar VII, serán inferiores a 35.000 millones.
En estos dÃas, en que se percibe que la ciudadanÃa le picó en las primarias abiertas el boleto hacia 2015 al cristinismo, la Presidenta vuelve a recurrir con énfasis a las teorÃas golpistas para victimizarse.
D’ElÃa ha denunciado que el llamado «cÃrculo rojo» -metáfora con la que Mauricio Macri pareció describir a sectores que sueñan con la unión de la oposición para destronar al kirchnerismo en las urnas- «pretende ganar las presidencias de Diputados y Senadores y, con el argumento de chorra y loca, destituir a Cristina el 8-N». Por si fuera poco, identificó como los supuestos golpistas a varios empresarios y dirigentes polÃticos y sindicales.
La equiparación entre la posibilidad de que la oposición se quede con la presidencia de la Cámara baja y un golpe puede sonar ridÃcula en cualquier democracia seria. En los Estados Unidos, donde gobierna el demócrata Barack Obama, al frente de la Cámara de Representantes se halla un republicano.
Si las construcciones ficticias a partir de las cuales se tejieron diagnósticos sobre la inflación y el mercado cambiario terminaron en verdaderos fracasos, cabe preguntarse si los escenarios basados en imaginados intentos destituyentes no podrÃan terminar en una caza de brujas más propia de la Edad Media y de la Inquisición que de una democracia moderna.
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*Â Twitter:Â @flabordaÂ
Publicado originalmente en La Nación (Argentina), el 6 de septiembre de 2103Â