No news, good news se suele decir en EE. UU., pero cuando un paÃs devalúa su moneda cerca del 40 por ciento es un buen momento para reflexionar sobre el tipo de cambio. Aunque hoy en dÃa el tipo de cambio no es noticia en Guatemala, la experiencia venezolana muestra la importancia de recordar lo que vivió nuestro paÃs en los años ochenta. Aunque la historia reciente de ambos paÃses en materia cambiaria no tiene paralelismo alguno, en términos históricos Venezuela vive hoy los problemas que Guatemala sufrió durante la década de los ochenta. La única diferencia radica en que Venezuela deberÃa estar “nadando†en dólares, dados los altos precios del petróleo durante la última década. Situación que deberÃa provocar, si todo lo demás se mantuviera constante, la apreciación de la moneda venezolana, no la devaluación de la misma. Sin embargo, la realidad no podrÃa ser de otra manera. La devaluación venezolana es el producto de los elevados y persistentes déficits fiscales del gobierno chavista; del crecimiento ilimitado del gasto público.
La reciente reelección de Chávez, según algunos analistas, implicó que el déficit fiscal pasara de cerca del 4 por ciento en 2011 a cerca del 11 por ciento del PIB en 2012. A ese ritmo de crecimiento del gasto público no hay ganancias petroleras que aguanten, ni tipo de cambio o tasa de inflación que se puedan mantener estables. Aunque a ciertos funcionarios oficiales y sus asesores les parezca que un déficit fiscal cercano al 2 por ciento no es un problema para Guatemala, la historia propia y extraña demuestra que es mejor no “jugar con fuegoâ€. Cuando Guatemala lo hizo durante la década de los ochenta, el paÃs se pagó muy caro: en materia cambiaria, el tipo de cambio pasó del histórico “uno por uno†a cerca de “cinco por uno†a finales de 1990; en materia de precios, la inflación se mantuvo por encima del 10 por ciento por año y alcanzó picos del 40 por ciento y el 60 por ciento. En paÃses como los nuestros, como lo muestra el caso de Guatemala y Venezuela, la disciplina fiscal es siempre una especie de “tratamiento preventivo†contra males económicos mayores. La historia asà lo demuestra. Nada se gana pretendiendo olvidarla.