Venezuela: Grietas en el frente bolivariano

Por:

Emilio J. Cárdenas

En:

Diario Exterior

País:

Columnas

Fecha:

3 de julio de 2014

Los llamados “bolivarianos” han destrozado a la economía de Venezuela, hasta hacerla irreconocible. Pese a su inmensa riqueza en materia de hidrocarburos. Y obligado, consecuentemente, a todos los venezolanos a convivir con las privaciones y la escasez de todo. Hasta de los productos alimentarios de primera necesidad.

A las constantes protestas populares, los gobernantes que dicen representar al pueblo venezolano respondieron sólo con la violencia y los palos. Encarcelando vergonzosamente, de la mano de un Poder Judicial absolutamente sumiso, a quienes osaron encabezarlas. O simplemente participar en ellas. Hasta a los estudiantes, que, con valentía sin par, han estado en las calles desde el pasado mes de febrero. Con sus líderes en la cárcel, no obstante.

El camino del diálogo entre los venezolanos se ha alejado. Parece impracticable. Ocurre que no se puede conversar seriamente con una de las partes intimidada y con sus dirigentes encerrados en la prisión. Es obvio.

Las cosas son de tal gravedad que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas: Navi Pillay, ha hecho pública su preocupación por las violaciones de los derechos humanos en las marchas de protesta y por la vulneración de los principios básicos y mínimos de justicia. Incluyendo las más de tres mil detenciones sucedidas entre febrero y mayo pasado. Para Pillay, es indispensable que en Venezuela se respete el derecho a la protesta, lo que el totalitario y cuestionado presidente, Nicolás Maduro Moros, ha decidido no escuchar.

No es entonces extraño que, en ese escenario de fracaso, el propio frente bolivariano se esté resquebrajando.

Los ex ministros de Planificación y Educación, Jorge Giordani y Héctor Navarro, han criticado abiertamente al régimen y llamado particularmente la atención acerca de la gigantesca corrupción que, dicen, anida en su seno. Lo que no sorprende a nadie, por cierto. Pero, por sus dichos, los denunciantes han sido inmediatamente expulsados del Partido Socialista Venezolano e insultados a dúo por Nicolás Maduro Moros y Diosdado Cabello.

Mientras tanto, la Fiscalía, agente del gobierno de Nicolás Maduro Moros como cabía suponer, no investiga las denuncias del ex ministro de Planificación, Jorge Giordani. Así lo confirmó el propio Fiscal General, Luis Ortega Díaz.

Sacándose la careta, Nicolás Maduro Moros, un personaje insólito, sin la menor formación, acaba de proclamar que: “jamás me dejaré conducir por nadie en la política económica. La pienso -agregó- la estudio y las decisiones son mías”. Esa frase omnipotente la pronunció al inaugurar un almacén de concentración, acopio y distribución en Cagua, Aragua. Franqueado por su inefable esposa, Cilia Flores, una mujer poderosa y dura.

Apuntando a los críticos de su propia tropa, los calificó de “desconsiderados” y “trasnochados de izquierda”, de “desconsiderados, malucos y mezquinos” que “atacan cuando el enemigo (esto incluye a todos los que no están de acuerdo con él) busca cortarnos la cabeza y destruirnos”. Una monada, el hombre. Además, atacó a quienes -en su país- lo están calificando de “nuevo Stalin”. Lo que no es demasiado descabellado, naturalmente. No soy Stalin, dijo, “soy el hijo de Chávez”. “El que no esté de acuerdo, que se vaya”.  Increíble.

Esto ocurre de cara al III Congreso del Partido Socialista Venezolano, que se celebrará en este mes de julio, del 26 al 29.

Para Nicolás Maduro Moros, “lo más importante en una revolución es la lealtad sin límites”. Esto es la receta para garantizar la impunidad para la torpeza, para equivocarse y para todo. Y es, asimismo, la negación de las críticas. Por acertadas y oportunas que ellas sean. Los líderes, creen los “bolivarianos”, no se equivocan, Ni erran, según postula Maduro Moros. Son infalibles. Tienen derecho a exigir lealtad y disciplina, sin límites. A que nadie piense, ni se exprese, particularmente si disiente con el régimen. Nada de contrapesos. Ni de controles. Sólo omnipotencia. Nada de diversidad. Ni pluralismo. Sólo obsecuencia, entonces.

En paralelo, a coro con su extraño socio político, Diosdado Cabello, luego de proclamar su “amor” por Hugo Chávez, Maduro Moros sostuvo que criticar no es compañerismo. Ni lealtad. Ni tampoco “humanismo”, siquiera. De no creer.

Quizás crea que los hombres no pueden, ni deben, pensar. Desopilante, como actitud. Pero paradójicamente no es una farsa. Ambos están convencidos de lo que dicen, aparentemente. La retórica, creen, lo tapará todo. Hasta el gigantesco desastre que han generado.

Lo que está sucediendo supone el riesgo de rupturas en el partido que está en el poder. Es expresión de debilitamiento. Y evidencia una total incapacidad para corregir el rumbo, actitud indispensable en el arte de saber gobernar.

Al que discrepa, sólo castigo. No se lo escucha, se lo expulsa. Se lo acusa de traidor. Por esto, para algunos observadores de la triste realidad venezolana la disidencia intestina en el universo “bolivariano” crecerá y se hará más ruidosa. Mal augurio para los fanáticos. También para el mesianismo.

La cúpula roja cruje, queda visto. Era hora. El desastre es demasiado grande y demasiado obvio. La ineptitud y la desmesura también. Pobre Venezuela.

Recordando aquello del talentoso filósofo búlgaro, Tzvetan Todorov (en su libro: “Los enemigos íntimos de la democracia”, pág 13), cuando afirmó que: “La democracia se caracteriza no sólo por cómo se instituye el poder y por la finalidad de su acción, sino también por cómo se ejerce. En este caso, la palabra clave es pluralismo, ya que se considera que no deben confiarse todos los poderes, por legítimos que sean, a las mismas personas, ni deben concentrarse en las mismas instituciones. Es fundamental que el poder judicial no esté sometido al poder político, sino que pueda jugar con total independencia”, se concluye inequívocamente que en Venezuela ha desaparecido la democracia.

Para los que, por el motivo que fuere, dudaban, las palabras recientes de Nicolás Maduro Moros y Diosdado Cabello son terminantes: lo que hay en Venezuela y lo que ellos postulan, poco y nada tiene que ver con la democracia.

A confesión de parte, relevo de prueba. Duele verlo así de claro. Más aún, cuando se advierte que hasta los organismos regionales se niegan -temerosos- a ver lo que está meridianamente claro: en Venezuela se ha instalado el totalitarismo.  La democracia está ausente, con presunción de fallecimiento.  Lo que acaba de ser reconocido por los máximos líderes “bolivarianos”.

* Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas 
Publicado originalmente en Diario Exterior, el 30 de junio de 2014.