En geopolÃtica y polÃtica internacional ocurre el efecto de los paÃses “detonantesâ€.
Estos son paÃses que están pasando por coyunturas que tienen el potencial de tener un efecto cascada sobre otros paÃses en la región o subregión donde se encuentran. En Latinoamérica, Venezuela ciertamente es uno de estos paÃses. Lo que pasa en Venezuela tiene repercusiones en la región. Otro de ellos es Cuba. Lo que vaya a suceder en Cuba tendrá un efecto profundo para la población cubana que ha sido privada de sus derechos polÃticos durante tantas décadas, pero también habrá un efecto en cómo se construye una nueva narrativa post Guerra FrÃa y cómo se modera o reacomoda la retórica tóxica “antiimperialista†que muchos regÃmenes semiautoritarios de la región han asumido. Otro ejemplo claro es Brasil con la influencia y efecto que genera en la región, especialmente en Sudamérica.
En el contexto centroamericano, los próximos doce meses verán a Guatemala como “paÃs detonanteâ€. El efecto Guatemala es potente porque ofrece un espejo a paÃses pequeños y medianos. TÃpicamente paÃses pequeños y medianos han observado el despertar ciudadano en contextos disÃmiles a los propios. La distancia de las protestas en Brasil se acorta. Desde que ocurrieron las primeras movilizaciones ciudadanas en Guatemala este paÃs se ha convertido en vitrina de nuevas formas de expresión ciudadana para los paÃses del Istmo. Cuando los paÃses centroamericanos ven a otro paÃs centroamericano ejerciendo presión ciudadana de manera pacÃfica, cÃvica, esporádica y despolitizada que provocan la renuncia de una vicepresidenta y que abre la ventana para promover reformas polÃticas sustantivas, creen que esto es factible en su propia realidad. De hecho muchos actores polÃticos y académicos hondureños atribuyen mucho del Ãmpetu de las protestas condenando la corrupción en ese vecino paÃs al “efecto Guatemalaâ€.
El efecto Guatemala ha evidenciado el repudio generalizado a la corrupción. Este repudio ha sido una especie de pegamento dentro de la ciudadanÃa. Ha unido a gente de distintas procedencias socioeconómicas, etnias, edades, ideologÃas y aspiraciones. Las protestas rechazan la instrumentalización polÃtica de manera tajante. Los polÃticos que intentan usurpar las concentraciones multitudinarias de ciudadanos son invitados a mantenerse al margen. El despertar ciudadano ilustra de manera muy evidente un respeto por la autoridad pero un hartazgo decidido con el abuso del poder.
A escasas semanas de que ocurran los comicios presidenciales en Guatemala las perspectivas para una presidencia tensa cobran fuerza. Indistintamente de quien llegue al poder, el o la presidente electo entrarán a ejercer el poder bajo condiciones muy adversas y con una reducida legitimidad. Quien llegue llegará “con los pies hinchados†conocedor de antemano que el primer intento de subvertir la institucionalidad democrática del paÃs o cualquier escándalo de corrupción tendrá como respuesta una reacción de la ciudadanÃa decidida y contundente.
Ante esta realidad, el o la que llegue al poder tendrá que hacer de su gestión una donde la transparencia y apertura al diálogo sean valores aún más presentes de lo que la ciudadanÃa esperarÃa. La alternativa de gobernar con opacidad, mayor control mediático, menos información y una administración donde no se premie la meritocracia únicamente contribuirá a mayor pérdida de confianza en el proceso democrático.
Si de efectos nos tenemos que agarrar para tomar impulso y mejorar la gestión gubernamental, exaltar la transparencia, condenar la corrupción y, en el camino, mejorar las condiciones de vida de la ciudadanÃa, agarrémonos de efectos. Esta vez Guatemala empujó la bola de nieve. No hay vuelta atrás. Lo hecho, está hecho. La ciudadanÃa ya nunca será la misma. Y, lo que es aún más importante, los gobiernos de turno jamás volverán a subestimar la astucia y el poder que tienen los ciudadanos unidos.
Publicado originalmente en La Prensa Gráfica (El Salvador), el 2 de febrero de 2017.