Ecuador: ¿Cuál diálogo ofrecido?

Por:

Alicia Miranda de Parducci

En:

El Universo

País:

Columnas

Fecha:

9 de mayo de 2017

La palabra diálogo es sin duda un signo de esperanza en cualquier circunstancia difícil de las relaciones interpersonales, políticas y sociales, especialmente cuando se han complicado por la divergencia de rutas y propósitos, por la intransigencia, la desconfianza o la imposición autoritaria de una de las partes.

Durante la campaña ya el sucesor a la Presidencia de la República esgrimió la oferta de dialogar y se mantiene en su ofrecimiento.

Ya sabemos que es muy fácil ofrecer y muy difícil cumplir aunque existan buenas intenciones.

 Respecto del diálogo que atañe a la mitad de los ecuatorianos que no votaron por el continuismo, es necesario aclarar en qué consiste, como ya muy bien lo planteó en una entrevista nuestro arzobispo de Guayaquil, monseñor Luis Cabrera.

Una de las condiciones de un diálogo verdadero es la igualdad y respeto. En el diálogo, las partes tienen que estar dispuestas a ceder posiciones para encontrar una ganancia mutua, pero no a base de la imposición o el poder. Si los dialogantes no respetan los derechos mutuos, el diálogo es un intento vano.

Dialogar no suele ser fácil, porque no se trata solo de hablar y exponer. Es, ante todo, estar dispuestos a escuchar y tratar de entender los puntos de vista de la otra parte. Y si no existe una auténtica posición de respeto y reconocimiento de los derechos mutuos, no se realiza la escucha.

Ya he mencionado anteriormente la necesidad de ciertos grupos sociales de utilizar la fuerza para poder ser convocados después al diálogo, que antes no se dio. Como cuando los hijos reclaman de malos modos la atención de los padres que no los toman en cuenta.

Escuchar nos exige mucho más que tener los oídos en buen estado y la voluntad de atender argumentos y razones. Es tener la voluntad de abrir la mente y el corazón para ponernos en el lugar del otro y esto implica experiencia, prudencia, equilibrio y seguridad interior.

El diálogo no es un debate en el que los participantes deben demostrar que tienen la razón para ganar. El diálogo busca armonizar los intereses y llegar a acuerdos satisfactorios para todos los participantes.

A veces puede ser necesaria la mediación de terceros cuando no es posible el entendimiento directo o se mantienen las confrontaciones.

Las personas maduras deben saber dialogar y comunicarse manejando adecuadamente sus emociones, con claridad en el objetivo que se persigue y sin intenciones ocultas. El diálogo político, organizacional y social debe tener marcados sus objetivos concretos.

Que no sea una oferta más de tantas que no se cumplen y luego se diga: yo quise dialogar y no fue posible. Es fácil culpar a otro por el fracaso de un diálogo mal planteado desde sus inicios. Lavarse las manos sería una postura natural del continuismo.

Que el ofrecimiento del diálogo sea un compromiso que se realice a cabalidad, con transparencia y efectividad. Que sea una postura permanente que aliente en algo la esperanza de tantísimos que votamos por un cambio.

 

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Publicado originalmente en El Universo (Ecuador), el 8 de mayo de 2017