Panamá: Comarcas indígenas y pobreza extrema, una sugerencia

Por:

Lucas Verzbolovskis

En:

Fundación Libertad

País:

Columnas

Fecha:

26 de marzo de 2012

Los mejores recolectores de café de Boquete son, sin duda alguna, los ngäbes. Tienen rapidez y paciencia para cosechar, de grano en grano, solamente el café cereza maduro. No “limpian” la rama de un solo tirón, porque han aprendido que hay que proteger la próxima cosecha.

De la misma manera aprenden a no botar basura por doquier, a no contaminar los ríos, a usar los servicios higiénicos en forma adecuada, a no cocinar con leña en los mismos cuartos donde duermen, etc. Todo es cuestión de enseñarles esos “adelantos”. Lo cierto es que aprenden tan rápido como cualquier ciudadano. Infelizmente, también, han aprendido la mala costumbre de cerrar calles y carreteras, como forma de reclamo y protesta. Ojalá aprendan rápido que ese no es el camino civilizado.

Las primeras leyes de la República (Ley 59 de 31 de diciembre de 1908) relacionadas con el tema indígena, indicaban que el objetivo era “civilizar a las tribus salvajes”. A pesar de la forma políticamente incorrecta de llamarlos, supongo que se buscaba la integración y asimilación de estos ciudadanos para formar un solo país, no una república con varios enclaves con leyes diferentes. No es que eran salvajes en el sentido de indomables o feroces, sino que poco conocían de las costumbres de la “civilización occidental”. No se les había enseñado y lo poco que habían aprendido era que la justicia no era justa con ellos.

Afortunadamente, el país evolucionó y la justicia es más justa, aunque sigue lejos de ser perfecta. Falta mucho aún.

Pero, aparecieron grupos de gente inteligente con dudosas intenciones y gente con buenas intenciones de dudosa inteligencia, que los convencieron de que estarían mejor sin integrarse, aislándose en sus culturas, territorios y leyes especiales.

Aunque no existe un solo ejemplo en la historia de la humanidad, de cultura o país que se haya beneficiado del aislamiento (ver casos de Corea del Norte, Birmania, indios de Norteamérica, etc.), lograron con la ayuda de sus asesores conseguir sus comarcas. Y, como si lo anterior fuera poco, quedaron con un sistema de propiedad colectiva, algo tan dañino e inoperante que hasta Cuba lo está repudiando, tal como lo hizo China.

Pareciera que todo se hizo para que el desarrollo no les llegara. Con excepción de los emberá, cercanos a la capital, y a los guna, los demás ni siquiera han explorado sus raíces desde un punto de vista antropológico, para volverlo parte del folclor o del atractivo turístico. Quedaron estancados, como si fueran ciudadanos de segunda. Es imperdonable, y lo increíble es que hay periodistas, políticos y ONG con motivaciones inexplicables, que siguen aupando ese statu quo y apoyando el aislamiento indígena.

Más del 90% de la población comarcal vive en condiciones de extrema pobreza. Tratar de revertir esa situación es una tarea impostergable, pero pareciera que la dirigencia indígena busca perpetuarla con su apego a la propiedad colectiva y su rechazo dogmático a las hidroeléctricas y a la minería. Es como si le temieran al progreso.

Si el aislamiento es tan beneficioso, ¿cómo se explica, entonces, que el 60% de la población indígena vive fuera de las comarcas? Aun sin incluir a la población nómada, eso es mayoría absoluta y demuestra que las comarcas y sus estructuras no satisfacen sus necesidades ni aspiraciones de bienestar. Salen, porque han aprendido que afuera el sistema les permite trabajar y obtener resultados propios. Se dieron cuenta de que para mejorar sus condiciones es mejor salir del aislamiento.

Sin ser experto en la materia me atrevo a afirmar que la verdadera raíz del problema es el sistema de propiedad colectiva. La situación es compleja y otros factores como la falta de educación incluyente inciden en el problema, que no se solucionará con solamente pasar inmediatamente a un sistema de propiedad privada. La Anati aún no está preparada para evitar abusos. Pero creo que pudiera iniciarse, estableciéndose un sistema de propiedad privada asignada a grupos de indígenas como tribus o cooperativas. Parará Purú es un ejemplo.

El año pasado visitó Panamá un grupo de expertos peruanos con años de experiencia por delante. Mostraron los efectos devastadores de la minería ilegal, así como el camino correcto para implementar los proyectos para que el país, las comunidades y los inversionistas puedan beneficiarse sin dañar el ecosistema. No es utopía. Se puede hacer y bien.

 

Fuente:  Fundación Libertad Panamá, 12 de marzo de 2012.