Lo que sigue a continuación son cuatro conclusiones de un viaje a Colombia, donde entrevisté al presidente Juan Manuel Santos sobre el referéndum del 2 de octubre sobre el acuerdo de paz con las FARC para terminar con el conflicto armado de cinco décadas en este paÃs.
En primer lugar, el acuerdo de paz no es ni el punto de inflexión en la historia de Colombia que conducirá a la prosperidad y se convertirá en un modelo para la resolución de los conflictos armados a nivel mundial, como afirma Santos, ni tampoco será una rendición catastrófica ante las FARC que convertirá a Colombia en un estado socialista sumido en la miseria al estilo de Venezuela, como opinan los crÃticos.
En cambio, será una hoja de papel que se firmará el 26 de septiembre con bombos y platillos, que resultará en la desmilitarización de muchos –pero no todos– los aproximadamente 7,000 guerrilleros de las FARC. Muchos miembros de las FARC se unirán a los carteles del narcotráfico, o cambiarán sus uniformes por los del ELN u otros grupos guerrilleros.
Rechazando la idea de que las FARC se unirán a los carteles de la droga, Santos me dijo que, por el contrario, el acuerdo de paz incluye un compromiso de las FARC de que “ellos van a colaborar con el Estado en la sustitución de cultivos ilÃcitos por lÃcitosâ€. Los crÃticos de Santos afirman que esas no son más que ilusiones.
En segundo lugar, es probable que Santos gane el referéndum del 2 de octubre sobre los acuerdos de paz. Las encuestas muestran que el voto a favor del acuerdo está ganando, y una andanada de propaganda gubernamental, con el peso adicional de los lÃderes extranjeros dando su bendición al acuerdo, conseguirán un apoyo aún mayor al mismo.
Los crÃticos de Santos afirman que el referéndum es una farsa, porque la pregunta que el gobierno presentará a los votantes será si apoyan el acuerdo “para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duraderaâ€. Si se preguntara a los votantes si apoyan “el acuerdo de paz con las FARCâ€, muchos más votarÃan contra el acuerdo, dicen los crÃticos.
En tercer lugar, los comandantes de las FARC acusados de crÃmenes de guerra, tales como secuestro y esclavitud de menores, estarán sujetos a condenas relativamente leves.
CrÃticos como la organización de derechos humanos Human Rights Watch y el ex presidente colombiano Alvaro Uribe han exigido que los responsables de crÃmenes de guerra cumplan condenas de cárcel, y dicen que –bajo estos acuerdos– podrán cumplir condenas breves en lugares cómodos, como campos de golf.
Santos me dijo que los criminales de guerra de las FARC cumplirán condenas de entre cinco y ocho años con “una restricción efectiva de su libertadâ€. Agregó que “no es una cárcel con barrotes, ni con piyamas de rayas†como desean los crÃticos, pero tampoco será en un campo de golf.
En cuarto lugar, tal vez el más importante, Colombia se ha convertido en un paÃs en el cual el acuerdo de paz con las FARC ha dominado la agenda polÃtica de los últimos tres años. Y puede que siga asÃ, porque aunque Santos gane el referéndum, la implementacion del acuerdo seguirá siendo un tema de disputas.
Mi opinión: Colombia deberÃa dejar de ser un paÃs monotemático, y empezar a hablar de otros temas igualmente importantes, como diversificar su economÃa y mejorar sus niveles de educación e innovación. El 83 por ciento de las exportaciones de Colombia son materias primas.
Y durante los últimos tres años, el paÃs ha cortado algunos fondos de investigación y desarrollo. Mientras que Israel y Corea del Sur invierten más del 4 por ciento de su producto bruto en investigación y desarrollo, Colombia invierte solamente el 0.2 por ciento.
Por supuesto, reducir el conflicto armado –no estoy usando la palabra “terminarâ€, porque me temo que eso serÃa demasiado optimista– es importante. Pero diversificar la economÃa y mejorar la educación para aumentar sus exportaciones de productos sofisticados serÃa tanto o más importante para reducir la pobreza, y muy pocos están hablando de eso.
Publicado originalmente en El Nuevo Herald, el 7 de septiembre de 2016