Chile: CHILE EN LA ENCRUCIJADA

Por:

Antonio Sánchez García

En:

País:

Chile

Fecha:

24 de diciembre de 2009


La necesidad tiene cara de hereje. Resulta cuando menos insólito que la Democracia Cristiana chilena, que posibilitó y respaldó el golpe de estado de 1973, juegue a ser su víctima propiciatoria treinta y seis años después.

 

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24 de diciembre de 2009

 

Hace algunos meses, el candidato de la concertación chilena Eduardo Frei Ruiz-Tagle se anticipó públicamente a cualquier confusión o malentendido respecto del tema más espinoso que han enfrentado todos los últimos procesos electorales en la región, distanciándose clara y frontalmente de Hugo Chávez, de su gobierno y de todo lo que él conjuntamente con Fidel Castro representan. Salvo el caso de Marco Enríquez, único candidato en evitar tocar el asunto y quien en reiteradas ocasiones se negara a condenar en su condición de diputado al gobierno de Hugo Chávez, aunque tampoco mostrara expresa simpatía hacia el gobernante caribeño, las alternativas más viable a pasar al balotaje se mostraron claramente contrarias al presidente de Venezuela.

 

La inmensa distancia que marcaran las preferencias entre el candidato de la centro derecha Sebastián Piñera, con poco más del 44% de los sufragios ante un Eduardo Frei con poco menos del 30% – un millón de votos de ventaja a favor del candidato de la Alianza para el Cambio  – ha venido a determinar la gran diferencia. En efecto, la necesidad de granjearse el respaldo pleno de la izquierda extraparlamentaria, que obtuviera un 6,7% de la mano de Jorge Arrate y en particular el del Partido Comunista Chileno, que  conquista por primera vez en veinte años de democracia tres curules en la Cámara de Diputados, condujo a un cambio sustancial en el interior de la coalición gobernante. El respaldo del PC y sus aliados se obtuvo luego de que Eduardo Frei aceptara plenamente la exigencia crucial del comunismo chileno: que desde su eventual gobierno, el democristiano mantenga cordiales relaciones con Hugo Chávez. ¿Chantaje o compromiso? ¿Realpolitik u oportunismo? ¿Realidad o ficción?

 

La desesperación de la Concertación ante la posibilidad concreta de perder ventajas y frutos del gobierno tras veinte años de exitosa gestión explican ese y otros expedientes, incluso de guerra sucia, puestos en acción por las fuerzas coaligadas dela Concertación – democristianos y socialistas de distintas tendencias – en contra de lo que se anticipa como un giro histórico en la realidad política chilena. Ninguno de ellos logró evitar lo que era evidente sucedería: la estrepitosa derrota en primera vuelta de quien llegara a la presidencia gracias a su apellido – no contaba entonces con otros antecedentes que ser el hijo de Eduardo Frei Montalba, presidente de Chile entre 1964 y 1970. Eduardo Frei es un hombre apático, carente de cualquier encanto, lejos del brillo intelectual y el perfil de estadista de su padre, el más distinguido socialcristiano latinoamericano de todos los tiempos.

 

Que la Concertación había agotado su papel quedó dramáticamente de manifiesto con la emergencia del joven diputado Marco Enríquez, que rompiera con el Partido Socialista y lanzara su propia candidatura ante el rechazo de su partido a escoger su candidato en elecciones primarias. Obtuvo más del 20% de los votos, apenas a 9 puntos del candidato oficialista, que contara con el masivo respaldo del gobierno de la Concertación y de la presidente Michelle Bachelet, la política más popular del país posiblemente en toda su historia, que no logró endosarle un solo punto de su popularidad al aspirante socialcristiano.

 

Dado el rechazo de Enríquez a endosarle sus votos a cualquiera de los dos contrincantes que han pasado al balotaje, la Concertación ha continuado con la faena de reflotar el muy dudoso expediente del presunto asesinato del padre de Eduardo Frei por la DINA, que si hasta la primera vuelta no consiguió el propósito de acrecentar su caudal electoral reviviendo el fantasma de Pinochet, esta vez podría servir de espantapájaros reportando algunos beneficios. La necesidad tiene cara de hereje. Resulta cuando menos insólito que la DC chilena, que posibilitó y respaldó el golpe de estado de 1973, juegue a ser su víctima propiciatoria treinta y seis años después. La segunda medida fue acoger todas las propuestas del Partido Comunista, caballo de Troya del chavismo en Chile. Frei padre se estará revolviendo en su tumba.

 

Agotado el papel histórico de la Concertación – encauzar la transición desde la dictadura a la democracia – su victoria electoral no haría más que acrecentar las dificultades internas de su alianza y contribuir a desintegrar sus logros. Debilitando su respaldo social y poniendo en cuestionamiento la estabilidad institucional lograda en estos sus veinte años de convivencia pacífica con quienes hoy apuestan por un cambio de orientación en la política chilena. El error histórico de la concertación habrá sido entonces el de oponerse a lo que dictan la sensatez y la razón: abrirle las puertas al futuro. El tiempo tiene la palabra.

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*Historiador y Filósofo Universidad de Chile