Chile: Anticipando lo que viene

Por:

Juan Carlos Eichholz

En:

El Mercurio

País:

Chile

Fecha:

6 de diciembre de 2009

Faltando una semana para la elección, éstos son días de pronósticos, ¿qué duda cabe? Pero, para ser honestos, anticipar los resultados a esta altura ya no representa un gran desafío, pese a lo competitiva que ha sido la campaña. El verdadero desafío está en anticipar lo que se viene para el año 2010, más allá de saber que el foco de atención estará puesto en el Mundial de Fútbol durante julio y en las celebraciones del Bicentenario durante septiembre.

 

Vamos despejando variables entonces. Todo indica que el próximo Presidente de la República será Sebastián Piñera. El domingo siguiente debería reunir más del 40 por ciento de las preferencias ciudadanas, mientras que Frei bordearía el 30 por ciento como máximo, lo que, de no mediar un evento mayúsculo e inesperado, llevará al candidato de la Alianza a imponerse el 17 de enero. Ni el cada vez menos probable desembarco de ministros en el comando oficialista, ni el eventual mágico alineamiento de toda la Concertación detrás de Frei, ni aun el casi inviable endoso de Marco Enríquez-Ominami a esa candidatura, harían cambiar el resultado final. Las cartas están sobre la mesa, y la resignación en las filas oficialistas se hace cada vez más difícil de disimular.

 

Lo que resulta menos evidente es lo que ocurrirá a partir de marzo, cuando la Alianza, de la mano de su candidato, entre a La Moneda. Las señales dan a entender que Piñera gobernará, en la primera línea, con un conjunto de personas muy competentes en lo suyo, algunas con mucha experiencia política y otras con menos, pero todas con un marcado sello de ejecutividad. Y hacia abajo, un gran número de jóvenes profesionales, entusiastas y capaces, aunque con escasa experiencia política. Por delante tendrán desafíos no menores, que desde luego abarcan las propuestas de cambio que el candidato ha prometido llevar a cabo, pero que, en lo fundamental, se refieren a las presiones que ejercerán sobre el Gobierno los distintos gremios y grupos de interés, partiendo por los profesores. Lo mismo, sin ir más lejos, enfrentó la administración de Bachelet, al comienzo y al final de su mandato, encontrando un respiro, paradójicamente, durante la crisis. Por lo tanto, la forma en que Piñera enfrente la primera de estas demandas sociales será decisiva para perfilar su gobierno, que con toda seguridad tendrá un primer año muy difícil y cargado de tensiones.

 

Con todo, el Congreso no se perfila como su principal escollo. Aunque la Alianza no tendrá mayoría en ninguna de las Cámaras, sí estará lo suficientemente cerca de ella como para llegar a acuerdos en los temas de país con parlamentarios independientes y, aun, con representantes de la Concertación. Y es que una de las claves del período que viene será el desangramiento de la actual coalición oficialista, su propia travesía del desierto, con noche de los cuchillos largos incluida. No es que vaya a desaparecer, pero sí sufrirá un doloroso proceso de transformación, que será más largo que corto, y en el que la lucha se dará menos entre bandos políticos y más entre facciones generacionales. El hijo se volverá en contra del padre, los príncipes en contra de los reyes, los jóvenes en contra de los viejos. Será una guerra fratricida, cuya primera batalla se librará a comienzos del próximo año, cuando la Democracia Cristiana tenga que elegir a su nueva directiva. Tal como hace el águila cuando llega a los 40 años y quiere prolongar su vida por otros 30 más, la Concertación deberá volverse en contra de sí misma, y azotarse el pico contra la pared, sacarse las garras de las patas y hacer que un nuevo plumaje emerja.

 

¿Y qué ocurrirá con Marco? Lo que inevitablemente ocurre con los exploradores, que se atreven a ir donde nadie más ha ido, pero que terminan pavimentando el camino a quienes, en definitiva, tienen las huestes y los pertrechos para lo que viene después, para la tarea mayor: la conquista.

 

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*Abogado y panelista de Tolerancia Cero