Venezuela, además de sus paisajes exuberantes, su riqueza natural incalculable y sus espectaculares mujeres, también es un paÃs de contrastes. Actualmente la mayorÃa vive en la más abyecta miseria mientras otros disfrutan de una vida opulenta producto de la corrupción. Desde hace 17 años Venezuela ha sufrido una transformación notable; de ser un paÃs donde todos querÃan ir, se ha convertido en otro del cual todos quieren irse, tal como sucedió en Cuba, ciertamente.
En los 60 y particularmente en la década de los 70, el nivel de vida en Venezuela era el más elevado de América Latina, al punto que el salario mas bajo equivaldrÃa hoy en dÃa a $2,400 mensuales. Los turistas venezolanos inundaban las tiendas de Miami y llegaron a ser conocidos como “Ta Barato Dame Dosâ€. Hoy, también hay compradores venezolanos, pero de otro tipo. Vienen a comprar propiedades en Miami, pero no con recursos propios de la expansión económica sino con fondos provenientes de actividades ilÃcitas tales como robos, secuestros y narcotráfico.
Venezuela adquirió fama internacional por su variedad gastronómica y por la calidad de sus chefs. La afluencia masiva de inmigrantes europeos convirtió en emporios del buen paladar a las principales avenidas de sus capitales. Restaurantes, codo con codo, competÃan en lujo, servicio y buena comida, capaz de satisfacer al comensal más exigente. Tanto es asÃ, que Caracas llegó a superar a la Riviera Francesa como destino gastronómico mundial, según los más afamados expertos en la materia. Incluso, hace años, la cadena de hoteles Hilton realizó un concurso para elegir al mejor chef del mundo, que resultó ser un venezolano.
Por supuesto, esto ha multiplicado la delincuencia hasta un lÃmite insostenible. La mayorÃa de los ciudadanos han sido vÃctimas de algún asalto. Después de las 6.00 pm pocos se atreven a salir de sus casas. Incluso, los que están manejando a esa hora, no respetan los semáforos por temor a ser atracados en el sitio. Todo esto ha contribuido a que Caracas sea conocida como la capital más peligrosa del mundo por Ãndice de criminalidad.
Económicamente hablando, Venezuela está caótica. Los precios suben por hora, no hay fuentes de empleo y el salario mÃnimo escasamente alcanza para comer unos dÃas, si es que logran adquirir los invisibles alimentos. El paÃs sigue subvencionando con su petróleo a Cuba y otros paÃses del Caribe; sin embargo, actualmente está importando gasolina para abastecer a su mercado interno, algo totalmente absurdo. Tanto sus pozos como refinerÃas están funcionando al mÃnimo nivel para justificar esa insolente importación del combustible.
La mayorÃa de los hospitales no tienen insumos para trabajar, es decir, jeringas, gasas, suturas, algodones, etc, brillan por su ausencia. Las medicinas son prácticamente inexistentes y la mortandad a todos los niveles se ha desbordado, incluyendo la infantil. IncreÃblemente, se ha perfilado un grotesco cambalache para subsistir. Ahora están intercambiando medicinas por comida. ¡Cómo será el grado de desesperación!
En el año 2000 tuvimos la suerte de escribir el editorial del principal periódico venezolano, El Universal. En el escrito titulado Destino Cubano-Venezolano, advertÃamos que Hugo Chávez pretendÃa hacer de Venezuela un sitio igual o peor que Cuba. Años después, el propio Chávez lo refrendó cuando dijo “Queremos navegar en el mismo mar de felicidad que Cubaâ€.
Recientemente, Nicolás Maduro decidió hacer un burdo ejercicio público para probar que su gobierno es democrático. Hizo que el dócil Tribunal Supremo de Justicia dictara sentencia para usurpar las funciones de la Asamblea Nacional (Congreso), algo equivalente a un Fujimorazo, pero de corte comunista. Su cómplice, la fiscal general Luisa Ortega, una connotada marxista, protestó aludiendo que habÃa una ruptura de la Constitución. Como respuesta, el Tribunal Supremo reversó dicha sentencia.
¿Acaso con esto se demuestra que en Venezuela se respeta la división de poderes?
A otro perro con ese hueso.
**Economista y periodista.
Siga a BenjamÃn F. DeYurre en Twitter: @DeYURRE
Publicado originalmente en El Nuevo Herald (EE.UU.), el 3 de abril de 2017