Venezuela: Venezuela: cómo se destruye un país

Por:

Benjamín F. Deyurre

En:

El Nuevo Herald

País:

Columnas

Fecha:

10 de abril de 2017

Venezuela, además de sus paisajes exuberantes, su riqueza natural incalculable y sus espectaculares mujeres, también es un país de contrastes. Actualmente la mayoría vive en la más abyecta miseria mientras otros disfrutan de una vida opulenta producto de la corrupción. Desde hace 17 años Venezuela ha sufrido una transformación notable; de ser un país donde todos querían ir, se ha convertido en otro del cual todos quieren irse, tal como sucedió en Cuba, ciertamente.

En los 60 y particularmente en la década de los 70, el nivel de vida en Venezuela era el más elevado de América Latina, al punto que el salario mas bajo equivaldría hoy en día a $2,400 mensuales. Los turistas venezolanos inundaban las tiendas de Miami y llegaron a ser conocidos como “Ta Barato Dame Dos”. Hoy, también hay compradores venezolanos, pero de otro tipo. Vienen a comprar propiedades en Miami, pero no con recursos propios de la expansión económica sino con fondos provenientes de actividades ilícitas tales como robos, secuestros y narcotráfico.

Venezuela adquirió fama internacional por su variedad gastronómica y por la calidad de sus chefs. La afluencia masiva de inmigrantes europeos convirtió en emporios del buen paladar a las principales avenidas de sus capitales. Restaurantes, codo con codo, competían en lujo, servicio y buena comida, capaz de satisfacer al comensal más exigente. Tanto es así, que Caracas llegó a superar a la Riviera Francesa como destino gastronómico mundial, según los más afamados expertos en la materia. Incluso, hace años, la cadena de hoteles Hilton realizó un concurso para elegir al mejor chef del mundo, que resultó ser un venezolano.

En el presente, la diferencia con esa pujante Venezuela que todos conocían es drástica. Se forman riñas callejeras con tal de ser los primeros en hurgar en los desperdicios de los restaurantes en busca de comida. Muchos están a la caza de los camiones de basura para conseguir algún alimento. La hambruna es tal, que ya es famosa la dieta revolucionaria cuyo lema es: “Si quieren adelgazar, vengan a Venezuela”.

Por supuesto, esto ha multiplicado la delincuencia hasta un límite insostenible. La mayoría de los ciudadanos han sido víctimas de algún asalto. Después de las 6.00 pm pocos se atreven a salir de sus casas. Incluso, los que están manejando a esa hora, no respetan los semáforos por temor a ser atracados en el sitio. Todo esto ha contribuido a que Caracas sea conocida como la capital más peligrosa del mundo por índice de criminalidad.

El colmo actual es la nueva aberración de secuestrar niños. Resulta que supuestos presos, convertidos en jefes de la cárcel, salen de día a delinquir y regresan de noche al hotel-prisión, donde están más seguros porque son protegidos. Estas lacras sociales, conocidas como “pranes”, han dado la orden de secuestrar niños ya que sus rescates son mas rápidos y cuantiosos. Además, su custodia es menos problemática.

Económicamente hablando, Venezuela está caótica. Los precios suben por hora, no hay fuentes de empleo y el salario mínimo escasamente alcanza para comer unos días, si es que logran adquirir los invisibles alimentos. El país sigue subvencionando con su petróleo a Cuba y otros países del Caribe; sin embargo, actualmente está importando gasolina para abastecer a su mercado interno, algo totalmente absurdo. Tanto sus pozos como refinerías están funcionando al mínimo nivel para justificar esa insolente importación del combustible.

La mayoría de los hospitales no tienen insumos para trabajar, es decir, jeringas, gasas, suturas, algodones, etc, brillan por su ausencia. Las medicinas son prácticamente inexistentes y la mortandad a todos los niveles se ha desbordado, incluyendo la infantil. Increíblemente, se ha perfilado un grotesco cambalache para subsistir. Ahora están intercambiando medicinas por comida. ¡Cómo será el grado de desesperación!

En el año 2000 tuvimos la suerte de escribir el editorial del principal periódico venezolano, El Universal. En el escrito titulado Destino Cubano-Venezolano, advertíamos que Hugo Chávez pretendía hacer de Venezuela un sitio igual o peor que Cuba. Años después, el propio Chávez lo refrendó cuando dijo “Queremos navegar en el mismo mar de felicidad que Cuba”.

Desde entonces, Venezuela ha sufrido una sistemática destrucción de todas sus instituciones, sumergiendo al país en una espantosa miseria. Últimamente, están ofertando comprar los negocios que apenas sobreviven, con el objeto de desaparecer a la empresa privada. En el Estado Táchira, por ejemplo, con fecha 27 de marzo el gobernador ofreció comprar todas las panaderías para así “poder garantizar el pan de los ciudadanos”. En Cuba los negocios simplemente fueron expropiados. Ahora la vigilancia internacional hace simular una compra. Esta es la forma que actúan los comunistas cuando quieren apoderarse de un país.

Recientemente, Nicolás Maduro decidió hacer un burdo ejercicio público para probar que su gobierno es democrático. Hizo que el dócil Tribunal Supremo de Justicia dictara sentencia para usurpar las funciones de la Asamblea Nacional (Congreso), algo equivalente a un Fujimorazo, pero de corte comunista. Su cómplice, la fiscal general Luisa Ortega, una connotada marxista, protestó aludiendo que había una ruptura de la Constitución. Como respuesta, el Tribunal Supremo reversó dicha sentencia.

¿Acaso con esto se demuestra que en Venezuela se respeta la división de poderes?

A otro perro con ese hueso.

 

**Economista y periodista.

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Publicado originalmente en El Nuevo Herald (EE.UU.), el 3 de abril de 2017